20 años de perros amores José Luis Zorrilla Sánchez

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Nos pasamos la vida viendo triunfos y fracasos, conseguidos en tiempo pretérito. Esta frase, canción principal del filme de Iñárritu, define bien uno de los temas principales y lo que trata para mí Amores Perros, aquella mítica película que puso de nuevo en boca internacional al cine mexicano, hace ya 20 años.

En una reciente entrevista con Fernanda Solórzano, Iñarritu confiesa que lo que él quería lograr con la película era una experiencia sensorial, ya que aunque tratara de que todo fuera real en la película, él considera que tal cosa no existe dentro del cine. Por lo que, lo que queda es cierta resonancia emocional. Respecto a esto, es innegable mencionar que cada quién tiene un momento que se nos queda grabado en cada película. En mi caso, tal momento es donde el personaje de Octavio se ve en un espejo y ahí entiende la dualidad de su ser, ya que siempre trata de ser un “buen tipo”, cuando en realidad está muy lejos de serlo. Pero tampoco podríamos considerarlo como una mala persona, simplemente es una dualidad que existe dentro de todos y que es reflejada en cada uno de los personajes de la película.

Nunca olvidaré el primer impacto que generó en mi aquella escena, la canción de fondo, los colores y la posición de la cámara, los personajes que participan en la escena y el peso emocional que viene detrás de esta. Yo era un niño, y ni siquiera sabía qué película era, tampoco debía de ver esa película y mucho menos la vi porque de inmediato le cambiaron de canal a la televisión, incluso tardé muchos años en ver la película completa, lo que sí recuerdo es aquel primer sentimiento que me dejó esa escena, que no ha cambiado. Mi apreciación por la película sí que ha cambiado, y de forma muy positiva ya que conforme crezco puedo apreciar mejor ciertos detalles de cada historia, por lo mismo, hay algunas sensaciones que crecen y otras que aparecen.

Volviendo al tema de la dualidad, en lo personal la película no sólo me ilustró la ambivalencia de las personas y en especial de la sociedad en México, también ayudó a despertar una inquietud hacia otras formas artísiticas. El ver cómo se complemetaban la fotografía, con el guión y la música, hizo que mi persona se inclinara a buscar sentimientos y texturas en otros tipos de expresiones artísticas. Además de que también cambió lo que creía en el arte en México y sentí que no todo era un bodrio, también hay producciones de distintitos ámbitos que pueden moverme los hilos y hacerme sentir cercano.

Podría decirse que mi madurez se relaciona en la forma en la que he visto Amores Perros. La primera vez que la vi solamente me gustaba la historia de Octavio y Susana, especificamente la escena con Lucha de Gigantes de fondo, y sentía un ligero interés por el drama del Chivo. En la segunda ocasión, esta historia se volvió mi favorita dejando de lado a la de Octavio, pero me seguía pareciendo que la historia de Daniel y Valeria era un relleno innecesario y aburrido, ahora me gustan todas y creo que cada una de estas aporta en la construcción de los temas que el filme presenta; desde el machismo en todas las clases sociales hasta la misma deconstrucción de estas, con el fin de presentar la ambigüedad que existe dentro de todos los individuos. Diría González Iñarritu: Hasta los perros son ambivalentes. Asesinos al final, también.

 

José Luis Zorrilla Sánchez, @JoseLZorrillaS (1997, Irapuato); es un estudiante medio flojo de la licenciatura en Letras Españolas por parte de la UG. De revoltoso corazón y espíritu greñudo, ha pasado por las antologías «Circulos de Agua» y «Las Avenidas del Cielo» y como becario del sistema INTERFAZ y del Seminario Para Las Letras Guanajuatenses. Después de viajes escribiendo en alocados OXXO’s y pelearse la cabellera contra la terrible página en blanco, trata de sobrevivir la cuarentena escribiendo reflexiones x y escuchando a otros en su podcast La Pipa de Chihiro

 

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