3 textos por Dulce Dulcinea 

Blanca luna 

 

Me gusta observar el cielo de noche, ver titilar las estrellas y admirar las lunas más bellas de octubre. 

Es otoño y es la estación en la cual me deleito escribir. 

 

Los poetas se inspiran en la luna plata y buscan una musa para completar sus versos, declamar su poesía bajo una noche estrellada.

 

Yo encontré un caballero que poseía y tenía como compañera a la blanca luna, fue mi primer amor y quizá será el último en esta vida. 

Será el caballero errante y yo la doncella que tomó el rumbo contrario, el destino decidió por nosotros. 

 

Cuando la observó, le pregunto a la compañera de las noches, 

¿Dónde estará el que robo mi corazón y el que amo mi alma? 

¡Oh, blanca luna guía mi ser hasta él! 

 

¡Preso quedó el sentimiento y reprimido, quiero la libertad para poder amar y encontrarnos una vez más en el camino! 

Ahora tú me recordarás al caballero,  aquel que me escribía versos, mis ojos llorosos tengo y mi voz se quebranta.

 

Dulce Dulcinea 

 

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Relato de la luna

 

Cuenta la historia que la blanca luna, veía un errante caballero poeta buscando a su amada.

Narra de un caballero que se enamoró de una hermosa mujer que un día miro, con rizos oscuros y sonrisa de luz.

Al verla le provocaba desenvainar su espada, ceñir sus lomos, tomar su armadura y escribirle a su hermosa amada versos de amor lo cual despertó su inspiración.

Dicen que en las madrugadas el caballero buscaba a su amada, cuentan que declamaba versos que emanaban desde su corazón.

Él la buscaba en cualquier ocasión, que en esa tarde de otoño le despertó el amor, al verla con gran pasión.

Dice y cuenta la luna, qué el amor floreció y ambos se escribían declamando su amor, gozosos nada impidió en esos ayeres de amor.

 

Pero un día se quebranto ese amor, un tónico de mentira y hiel que entró en el corazón de aquel poeta, qué ahora errante quedó…

Su dulce amada ya no le escribió, aunque en lo secreto de su corazón guardaba aquél amor.

Ahora errante él se quedó, noche tras noche buscaba a su amor, pero el tónico que lo engaño cegó sus ojos para ya no encontrar nunca más el verdadero amor.

Relata la blanca luna, que el errante poeta descansa abrazándole, contándole su historia de amor que alguna vez fue, con melancolía en el corazón.

 

Dulce Dulcinea

 

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El Caballero y el dragón.

 

En medio del silencio y entre la nubosidad se encontraba atrapada en ese castillo de fantasía, como plebeya se sentía esperando a su Caballero de la Blanca Luna de pulcra Armadura.

Lo escuchaba a lo lejos cabalgando en su corsel negro en el mutismo de la noche.

Y luchando contra sus adversarios del caciquismo de aquellas víctimas para ser rescatadas.

Tomada su espada poderosa y montando sobre su caballo con gran ímpetu guerreaba contra dragones aterradores  que con garras malévolas raptaron en una noche sin luna a su amada Dulcinea.

Fuerte, en batalla se encontraba enfrentándose en medio de la oscuridad, pero su fiel compañera la Lunera le esforzaba.

Su propósito era llegar a ese castillo de entelequia y encantamiento, para poder salvar a su amada… pero era necesario sacar de las entrañas de aquel monstruoso dragón un rubí que abriría el portal de ese inmenso castillo para entrar a rescatarla y así terminaría aquella ilusión momentánea del encantamiento y se transportarían a una realidad amándose hasta la eternidad.

Entre vientos y fuego abrasador en medio de la penumbra, él ciñó su tizona y con voz potente y autoritaria le dijo aquel dragón que quedaba con vida: ¡Ha llegado tu hora y delante de mis pies caerás!

El reptil alado se alzó en vuelo y entre llamas de fuego lanzaba sus saetas para calcinarle…

Pero el valiente varón galopó con fuerza y esquivó cada llamarada y llego el momento para apresar y hacer caer a su enemigo… corrió hacia el dragón alzando su alfanje y en el momento del vuelo lo hirió y lo monto sobre él y se la ciñó sobre sus ojos de fuego y ambos cayeron en tierra.

El dragón debilitado y en manos del caballero la muerte abrazó a su adversario.

El rubí estando en su poder, lo puso sobre el cerrojo y abriéndose las puertas del fortín fantasmagórico corrió al encuentro de su amada… y fundieron sus bocas con un beso apasionado y lleno de amor.

La oscuridad se va apartando y la aurora de la mañana se asoma a través de aquella persiana trayendo nuevos soles, amores e ilusiones que venía por delante para la amada Dulcinea y su Caballero de la Blanca Luna.

 

 

 

Arte digital: Christian Schlo'e

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