Si el Ejecutivo nacional incurriera en abandono a Guanajuato aunque este fuera puramente mediático a fuerza de billetazos azules cual es la tendencia, si el gobernador continuara el encono contra la 4T, los dividendos políticos en las urnas serían nulos; por razones distintas (y también con distintas soluciones) MORENA y PAN se encuentran hoy en un periodo que, si no podemos decir “de descomposición”, sí es de franca descompostura y enfrentados a la posibilidad de perder las mayorías en la Cámara de Diputados y en el Congreso local respectivamente, en la antesala de la elección intermedia.
Vaya, que un escenario de avanzada incomunicación y sin resultados, incluso el voto duro de ambos partidos podría verse menguado, una fase razonablemente consecuente con el histórico desencanto de la población hacia los partidos políticos que al calor del 2018 había frenado su tendencia.
Ni al gobernador de Guanajuato ni al presidente les convenía el curso de las cosas, pero a primera vista tampoco nadie podía de frente a su electorado decir me equivoqué, perdón, y cualquier otro discurso de enmienda. Hoy Diego Sinhué Rodríguez lo ha hecho, pero no es un punto y aparte, no es una rectificación en el camino y quien así lo lea peca de ingenuidad.
Se trata para Diego de una pieza dentro de un discurso que será de largo aliento: no puede quedarse así, tal como lo hemos visto hoy, achicado frente a su público y menos frente a su partido cuando la elección de candidaturas está por salir del horno. Un gobernador humillado no podría quitar y poner, como sus predecesores, nombres aquí y allá en las planillas.
Diego asistirá a las reuniones de seguridad y hará por un tiempo el papel de gobernador ejemplar, quizá hasta haya un subtexto de buena voluntad por otro rato, pero desde ahí remontará la hostilidad que desde siempre y hasta hace unas cuantas horas mostró por la 4T, ataviado como aquel que, siguiendo el camino mostrado por el gobierno federal, tampoco encontró en esa dirección los resultados. “Fui, vi, hice, y tampoco era por acá”, dirá. Con esto podrá darse ínfulas de experimentado y podrá despertar el antagonismo en periodo de campaña, a donde no puede llegar de la mano del gobierno federal por ningún motivo.
Porque el electorado todo lo quiere, que haya paz, pero también que no todos sean lo mismo.
Naturalmente el paso previo para Diego, pasar por redimido, pedir perdón… eso es incómodo, lo pudimos ver todos en su lenguaje corporal en la mañanera de Irapuato, pero “Paris bien vale una misa”.
Por su parte Andrés Manuel López Obrador, con todos los pasaportes que le da el cargo presidencial, se enfrenta a una disyuntiva personal compleja: mientras sus actos muestran que genuinamente no quiere meter sus manos en el partido que le dio el triunfo, ve con desagrado que las pugnas internas del morenismo complican el proyecto de su gobierno, que en Guanajuato esta situación se vuelve grave y con consecuencias de más de tres dimensiones.
Las pugnas cupulares del partido tienen sus respectivos bandos-reflejo en el estado y quizá con una guerra mediática más virulenta que la de nivel nacional. Esto complica no solamente el avance del morenismo en la población que ve al partido como una agrupación de rijosos, sino que la situación partidista es agravante para una bomba que ya mezcla los ingredientes de crimen organizado, el manejo local de la crisis sanitaria por el covid, el golem que conforman el Insabi y el sistema estatal de salud, así como la oscura idea de que Guanajuato es el laboratorio de la oposición y que, si algo le llegara a salir bien en un ambiente tan enrarecido como el guanajuatense, con seguridad tendrá algún rédito a nivel nacional, sobre todo en los otros estados del “eje” de gobernadores apóstatas y eso es cuestión de tiempo si no hay un remedio presidencial.
De momento el presidente apuesta por las paces con el adversario, un tiempo fuera que utilizará, se espera, para ordenar la casa, porque sabe perfectamente que la actitud cordial de Diego tiene fecha de caducidad y tampoco MORENA puede llegar al periodo de campaña hablando bien del panismo guanajuatense.
¿Qué determinó que le tocara a Diego doblar la mano aunque fuera momentáneamente? Pensando bien, la investidura presidencial. Pensando mal… También, pero recordando el reciente ofrecimiento del presidente Trump para combatir el crimen organizado en México.
No son palabras menores y la amistad entre las dos naciones está en un punto que no alcanzó ni el breve idilio de Donald con Macron. Una acción pequeña en este sentido comprometería no solo a Diego, sino a todo su partido y gabinete tras veintitantos años de un contubernio que nadie ha probado pero que tampoco es ilegible.
Andrés puede estar en contra de toda intervención extranjera, pero una ayuda del departamento de inteligencia no es ninguna intervención en suelo y enseñar el fusil no es disparar, no obstante basta para cambiar caras. ¿Vieron la de Diego en Irapuato? Y eso que traía cubrebocas.