Sin darte cuenta ya no tienes tiempo de reflexionar sobre la vida, porque cada segundo, cada hora acostado en el sillón es un momento que llenas con Instagram, Facebook, Tik Tok, en fin, que dejas de observar tu mundo, (lleno de cosas bien perritas por cierto) para observar a través de una pantalla mundos utópicos MUY lejanos…
Comienzas a sentir esa claustrofobia del tiempo. Es tan poco tiempo, pero al mismo tiempo no existe, porque, a través de una pantalla, te conviertes en un espectador del tiempo que, en ese momento, deja de ser tuyo. Eres un ente, como Dios, omnipresente, pero al mismo tiempo, no estás ahí, y por eso dudas de tu propia existencia.
Imagínate que estás en un desierto y alcanzas a ver un oasis a lo lejos, lo has estado buscando por días y días. Comienzas a correr hacia él, pero al acercarte lo suficiente, el oasis desaparece. Volteas a tu alrededor, el desierto en el que creías estar, en realidad, es una selva. Tu urgente necesidad por la existencia de un Oasis ha creado ese desierto. La verdad: No existe el desierto y el oasis era sólo un espejismo.
Las redes sociales: inmediata y constantemente, muestran cientos y cientos de caras de proporciones áuricas, traseros enormes, sonrisas de 80 dientes en una curva perfecta, viajes al Tepito exótico de cada país una vez al mes, comidas gourmet par le chef ratatouille, el amor verdadero que vislumbra una mirada (nada posada) y la lista puede continuar… Sólo ibas a ver por un minuto y compulsivamente desgastaste una hora. Ya no vuelve.
La saturación de perfección se convierte en el status quo, y tú que estás sentado en el sillón, dándote el lujo de comer unas papas de McDonalds después de un día agotadísimo de trabajo, te preguntas “¿Por qué chigadamadre no soy Kim Kardashian?” Cuánto amaría irme a la verga parisina, y no en esa nacada de “primera clase” ¡No! ¡En mi jet privado! tener su cara sin un solo poro, y un butt que engendre tartamudos ¿De dónde vienes Kim? ¿De Venus?
No sólo es Kim Kardashian, son más y más súper humanos, capaces de hacer lo que quieren cuando quieren, se teletransportan a lugares paradisíacos. Su cerebro no es capaz de distinguir el dolor (está científicamente comprobado por sus 2 millones de seguidores), no tienen hambre, ni frío, ni inseguridades, no cagan… NO CA-GAN. Punto. Y si lo hicieran, cagarían mariposas. Punto final.
El sillón ya no es tan cómodo y te entran unas ganas tremendas de correr. Te sientes estático.
Respira.
“Es mentira, desear ser una Kardashian, no te va a ayudar a crear lo que no tienes adentro.” Te dice una voz. ¿Los fantasmas existen? Quién sabe, pero la conciencia sí, y hay que escucharla.
Apagas el celular. Te arden los ojos, el ego y la autoestima… ¿Fin?
Me gusta mucho una película que se llama “The Joneses”, la película trata sobre una agencia que agrupa familias (falsas), para que vayan a vivir a un vecindario y pretendan estar muy felices y no tener problemas mientras utilizan los productos de las marcas patrocinadoras. Los vecinos, instintivamente, comienzan a imitar el estilo de vida de estas familias, pensando que conseguirán esa “felicidad” irreal, ignorando sus posibilidades, y sus propios problemas. No quiero spoilear la película, pero creo que es obvio mencionar que no logran conseguir esa vida perfecta por más que imiten a esa familia perfecta, porque en realidad, ese no es el método para conseguir la felicidad.
En un experimento social, realizado por un psicólogo (Gestalt) llamado Solomon Asch, probó como la presión de grupo inhibe el juicio personal: Junto varios grupos de seis a ocho personas, donde sólo una persona en cada grupo no era cómplice del experimento. Durante el experimento, solicitaba que, de entre tres líneas de diferente tamaño, seleccionaran la que más se asemejaba más a otra línea mostrada. Era un ejercicio bastante simple, sin embargo, el 76% de las personas apoyaron las respuestas incorrectas que decían los cómplices dentro del grupo.
Es normal. Eres un ser social y buscas encontrar los patrones externos que te ayuden a lograr los objetivos que buscas. Pero por más que compras, experimentas, y te vistes; simplemente, no consigues esa foto de felicidad a la que ellos parecen acceder tan fácilmente.
¿Por qué?
La felicidad es un código personal que vamos creando en nuestra vida, para descifrarlo tienes que escarbar un muchito hacia adentro, e ir a terapia para hacerte las preguntas correctas.
Entre más te enfoques en el espejismo del Oasis, más fuertemente creerás que estás en un desierto, porque… Después de todo, los Oasis sólo son Oasis en medio de un desierto ¿Verdad?
Tú eres una selva, no un desierto.
El lado “oscuro” es lo que te impulsa a evolucionar. No es oscuro porque sea malo, es oscuro porque no se ve a simple vista. Hasta los famosos cagan, lloran, tienen celulitis, sufren de complejos de autoestima, pelean batallas internas y externas, no es que sea lo más cómodo pensar que es así, es lo humano, pero también es privado.
Si te acercaras lo suficiente, si pasaras menos tiempo en redes sociales, tu “Status quo” se basaría en la realidad que te rodea y tal vez, dejarías de presionarte por alcanzar esa ilusión dañina que te frena de lograr la verdadera evolución para acercarte a la mejor versión de ti mismo.
¿Te gustaría ver una película con un personaje que viva en la comodidad de experiencias increíbles, sin ningún problema? Qué aburrido. El personaje no evolucionaría. La catarsis es importante para cambiar, necesita los retos internos, y está bien. (Te recomiendo la película “The Truman Show”)
La vida cuenta una historia más extensa que lo que percibes en una foto o en un video, es más complejo de procesar, e involucra pasar por caminos aparentemente tenebrosos, pero es precisamente eso lo que hace que la recompensa tenga más valor.
Sal: explora tu selva (En todos los sentidos), date follow a ti mismo, encuentra tu espacio, sé tu propio influencer. Escucha tu tristeza, tu enojo, tu alegría, tu amor, con ellos evolucionarás a tu mejor versión.
¿Por qué chingadamadre no fui yo desde un principio?
