ANTES DE INVITARME UN TRAGO LESLIE M. GONZÁLEZ

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A lo lejos me mira un tipo. Desde acá puedo notar su intención de acercarse, y casi lo escucho pensando la mejor manera de cómo hacerlo. Tal vez me intentará invitar un trago. Aunque, seguramente no tiene idea de qué tomo, o si fumo más de lo que bebo,  de si me tardé mucho en arreglarme, o si estoy tratando de superar a alguien. Sí me agrada. Sonrío, y a veces pienso que es mejor que no tome la iniciativa, pero me gusta cuando son valientes, así que supongamos que se anima. Es agraciado, de buen parecer, intenta sacarme algo de plática, se sorprende porque dice: “Además de ser bonita, ¿Piensa?, ¿Escribe?, ¿Tiene una empresa?”, sí. No me emociona, no me invita más que a leer mi currículum que, a mi edad, es “Mucho”. Pero a su edad quién sabe.

Comienza el cortejo, y se imagina que, tal vez podría dejar de hablar, e irnos; pero yo no quiero a alguien que no me quiera escuchar. Aunque sea de una noche. Así que le doy puerta, se enoja porque al regresar a su mesa “fracasó”. No mi amigo, no fracasó, tiene la oportunidad de encontrarse a una como usted, eso está bien. A los que pasan esa fase, me escriben, porque creen que mis fotos son agradables. Uno se vende en redes sociales, ¿No? Si quieres mi foto, no intentes ponerme precio, no lo tengo, gracias. Intento con un café, y luego tal vez, después de una buena plática, me interese pasar una noche, aunque siendo honesta eso sólo pasó una vez. “Wow, ¡Qué intensa!”, “¿Seré fácil?”, me pregunté. A veces mucho, a veces nada, no lo entiendo. A veces culta, a veces no hablo porque no tengo que aportar a algunas pláticas, y creo que saber callar es algo que, aunque no lo crean, a veces se me da bien. A veces prefiero escuchar, a veces sólo me voy.

El otro día me dijeron que era muy joven para conocer lo que sé, pero eso sólo lo juzgo yo. También dicen que, tengo el alma muy vieja para ser tan joven; ¿Quién chingados los entiende? Que si muy lista para ser tan bonita, o por muy bonita luego no parezco tan lista. A veces creen que llego por bonita, y no por lista. Pero soy inteligente, y sí, créanlo o no, también soy bonita. Que pongo mi atención donde no me ven, que me ven, pero hasta donde quieren, que me tocan, pero no me sienten, que siento mucho, y ahí ya no quieren. Darle gusto al mundo me ha hecho cargar tanto tiempo, tanto peso, que ahora sólo quiero que se vayan ¿Quién te invitó a tomar de mí lo que crees que puede pertenecerte? Nada es tuyo, ¡Vete! si por eso vienes. Mucha luz, mucho infierno, mucho dolor y mucha paz, eso no pensó cuando me quería invitar una copa, eso olvidé pensar cuando lo invité a pasar, cuando le conté de mí, y ahí yo ya era muy interesante, pero muy complicada. Que si quieren un consejo para desenredarse no es garantía de que me quieran ver enredada, se les olvida que tuve que estar así para estar ahí sentada. ¿Qué carajo esperaban? No hay agua tibia, no hay palabras sencillas. A veces muy aburrida por hablar tanto de política, luego un reto que los hace volver a lo de antes. Está bien, yo no me quiero amoldar más, no quiero sus ofertas que aparecen si yo quiero ir más lejos, quizá quiero compartir más. Bien, no soy alguien que solo te puedas coger, lamento si eso puede llegar a incomodar. De hecho, pensándolo bien, no lo siento. No me disculpo, más bien sí agradezco.

¡Qué novedad! Cuestiono, grito, hablo, lloro, me emputo y emprendo. Siento, muestro, me visto y me desvisto ¿Muy rebelde?: lo necesario. Revolucionaria, loca, congruente, curiosa, intensa, y con gran sentido del humor. Sé que no era la culpa del chico que me quiso invitar un trago, herí su masculinidad y no me arrepiento. Bienvenido aquel que, consciente de que hay quien puede saberse humana, leer filósofos, ponerse tacones, sentir demasiado y sí, también ser bonita. Que entienda que una persona no es una adquisición, que es compartir, no necesitar. Solo así, vamos, yo te invito el trago.

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