Creo que la cercanía de los “días patrios” me está afectando. Ando bien patriota y belicosa, pero por todas las razones equivocadas. Hay un movimiento social que lleva ya años gestándose y articulándose, que ha nacido desde la injusticia, el hartazgo, y la desesperación; que en este momento estamos viviendo una efervescencia paradigmática: el movimiento feminista.
La CNDH está tomada por las madres de mujeres asesinadas, desaparecidas o victimas de violación. En realidad, no está tomada, sino ocupada. La toma comenzó más o menos hace 5 días cuando Marcela, madre de Lya, una menor que fue violada en el 2017, se esposó a una de las sillas de la CNDH en espera de que la presidenta, Rosario Ibarra de Piedra, se pronunciara sobre el caso de su hija. Solo eso, un pronunciamiento. Cosa que, evidentemente, no pasó. A la protesta llegó a secundar el colectivo “Ni una menos México”, entre quienes se encuentra Yesenia, madre de una víctima de feminicidio de Irapuato, Guanajuato. Juntas ocuparon el lugar, desalojaron a los empleados y se adueñaron del edificio.
Desde entonces la CNDH pasó a ser el “albergue para mujeres Ni una Menos”. Ellas declararon que no sería el único edificio (¿institución?) en ser ocupado y que no lo abandonarán ya nunca, que le hagan como quieran. También declararon que es mejor que no manden policías porque si el presidente ya las considera “terroristas”, entonces no van a dudar en responder. Al mismo tiempo, en el acto más polémico, pintaron sobre un retrato de Francisco I. Madero, levantando voces indignadas, incluso la del presidente.
Esto pasa justo al mismo tiempo que la detención de 25 mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua, las que marchaban contra la represión policiaca en León, Guanajuato, el pasado 22 de agosto, donde 23 mujeres fueron detenidas al marchar. Las que pedían justicia para una mujer abusada por policías.
Nada de esto es un hecho aislado, son series de injusticia creando un efecto de bola de nieve, son series de declaraciones desafortunadas e insensibles creando más indignación y son, sobre todo, mujeres solidarizándose unas con las otras, acuerpando sus luchas y compartiendo su rabia. Las instituciones nunca nos han servido a las mujeres, no fueron creadas para nuestras necesidades y, por lo tanto, no pueden ofrecernos siquiera un trato humano y digno, así que crearemos las propias.
Mientras las personas están muy distraídas opinando si “son las formas” o no, las mujeres feministas tenemos desde hace mucho la certeza de que para exigir justicia todas son las formas.
En tanto que las instituciones se tiran la bolita entre ellas, se justifican y esperan que se nos olvide su mal actuar, nosotras nos articulamos desde la ternura radical y nos vamos armando con memoria y redes de mujeres.
Mientras el presidente recuerda las épocas pasadas, hace analogías de la historia y del actuar y sentir de los grandes héroes, nosotras estamos instaurando a las nuevas madres de la patria, conmemorando los propios eventos históricos, creando nuevos símbolos, con valores que esta vez sí nos contemplen a las mujeres. Al presidente le va a tocar tomar grandes decisiones, va a enfrentar eventos históricos y deberá ver su gobierno atravesado por un movimiento que sin duda será un parte aguas. Ya veremos cómo lo enfrenta, volteando para atrás recordando la lucha de los hombres o viendo de frente la nueva historia que estamos construyendo: la matria.