Furia Juan Guajolote.

Homenaje al cura que con el tiempo se ha vuelto un amigo medio loco.

 

El hombre cansado observa las rejas negras de su celda.

Los dedos rozan la tapa oscura de la biblia que yace a su lado.

No la ha abierto. Conoce el escozor de sus versos.

 

¿Qué hiciste, cura?

Te pasaste, cura, se te prendió la sangre.

Te encabronaste y se te juntaron los pelaos, cura, y luego ¿cómo iluminabas el sendero?

Si vieron en tus ojos el reflejo de su ira. Brillaba la flama, cura.

El relampagueo de la hoz, el golpeteo del martillo. Y ahora…

 

Llévatelos pues. Prende sus antorchas.

No les expliques, no te entenderían.

Muéstrales. Muéstrales la garganta tensa y abierta.

Muéstrales cómo por el portón de tu boca abierta salen siglos de rabia muerta.

¡Grítales cura!

 

¿Qué no te acuerdas?

¿Alegas goteras de calabozo disolviendo recuerdos?

No te acuerdas porque no te oías, cura.

Quién te escuchaba con el badajo enloquecido.

Carne contra cobre de veta sucia. Gana el cobre. Cura.

 

No sabían a qué iban. Pero se acordaban de la campana.

El repique de las horas, el castigo de la misa.

Eso lo conocían. Pero la voz cubriendo el grito. Abriendo caminos, surcando destinos.

Esa, cura, no la conocían.

 

Pa qué les decías, cura.

Si no te sabías el camino…

Te guiaría aquel. El de los clavos de plomo, el de la corona de huizache.

Ese, cura, te mostraría el camino.

 

Con o sin huaraches te siguieron, cura.

Arañaste la arcilla del sendero, brotó la plata, sudó el oro, pero no bajaron el rostro.

Demasiados años mirando el polvo.

Las pupilas habían probado el rubor del cielo. Ya no bajarían, cura. ¿Para qué? Si tu dedo permanecía erguido.

 

Encendiste una flama de resina. Las chispas rebanaron la noche.

Piel de cobre irradiando esperanza.

¿A qué ibas cura con tu ejército de ira? ¿A iluminar paredes de cantera?

 

Las calles de cera formaban arroyos al paso de tus soldados de fuego.

Se quemaron los fortines. Ardieron las barbas largas, huyeron los caballos.

Mil túnicas blancas tumbaron los pilares del alcázar.

 

Ahora que las cruces perdieron sus clavos, cura, ¿qué harás con el roble seco? En tus sienes crecieron hojas de zapote blanco.

 

Cura… ¿Qué has hecho?

¿Tú? Tú que pulías altares con hojas hebreas.

Tú qué llevas nombre de olivo.

 

Pecaste, cura de frente enaltecida.

Que tocaras la campana sin liturgia se perdona.

 

Pero…

El maíz, ese, no da retoño.

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