Simplemente hablo otro idioma Por Gustavo G. Romo

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Gustavo G. Romo: ¿Cómo defines a Leonardo?

Leonardo Gómez.: Leonardo Gómez es un joven de 36 años de edad, quien hace dos años logró legalizar su transición sexual. El ser transexual me identifica, pero no define mi ser, no soy sólo eso, soy mucho más. Lo mismo ocurre con una persona heterosexual, es algo más que ser hetero.

Existen diferentes tipos de personas transexuales: homosexuales, bisexuales, pansexuales y binarios. Yo soy una persona trans heterosexual, quizá un tanto pansexual y admito que hay hombres atractivos; aunque eso no signifique que quiera tener un marido, por el momento.

G.G.R.: ¿Cuándo decidiste someterte a este proceso?

L.G.: Aunque no se decide ser trans, ya que con eso se nace, si se actúa y eso va relacionado con la educación sexual que se recibe desde en el hogar y después en las escuelas. En nuestro país la educación sexual es nula, lo único que te enseñan es que los hombres tienen pene y las mujeres vagina.

Crecí sin saber exactamente qué era lo que quería, fui educado en un colegio católico de niñas y monjas. Ahí, las maestras no estaban preparadas para afrontar a alguien con tendencias sexuales diferentes; para ellas todo era pecado así que crecí entre rezos y escapularios pensando que terminaría en el infierno por mi manera diferente de ser y pensar. A pesar de que mis compañeras nunca me hicieron bulling, si lo sufrí por parte de mis mismos maestros.

De niño no podía entender muchas cosas que torturaban psicológicamente mi mente, como el hecho de no poder ir al baño porque sentía que era diferente a las demás niñas, aunque mis genitales eran semejantes, sentía que había algo en mí. Motivo por el cual no iba al baño sino que esperaba a que saliéramos de clases y a veces hasta llegar a casa porque me daba mucho miedo ser obsrevado, a veces jugando se asomaban debajo de las puertas y se espiaban entre ellas y yo era muy tímido y relegado.

Ignoraba lo que pasaba. Recuerdo que el primer beso que recibí de un niño fue una experiencia ridícula y asquerosa, todavía no podía entender que me atraían más las mujeres que los hombres. Finalmente, cuando cumplí diecisiete años descubrí el amor a través de una hermosa y agradable amiga que era lesbiana con quien tuve una bonita relación que todavía existe.

Seguí mi vida dentro de un estilo total de chica gay tipo tamboy girl durante muchos años, pero conforme pasaba el tiempo decidí no ser binario, por lo que opté por ser un hombre transexual. Al tomar esta determinación sabía que iba a  enfrentar el rechazo de mi familia, ya que sus creencias religiosas tan arraigadas y cuadradas que apenas les permitía tolerar, no respetar, mi situación sexual. Sin embargo, mi estado mental no se encontraba bien, siempre estaba enojado con todos, no era libre. Apenas hace dos años fue cuando decidí salir del closet, el 2 de octubre de 2018.

G.G.R.: ¿Qué puedes platicar sobre el tratamiento de transición sexual?

L.G.: Es un tratamiento que va a durar toda la vida, una vez que se comienza el tratamiento hormonal después de una minuciosa evaluación psicológica para diagnosticar que se padece disforia de género, es decir, inconformidad y aflicción acerca del género con el que se nace debido a que no coincide con su identidad de género. Después se pasa con el endocrinólogo para que realice estudios de sangre y pueda detectar el tratamiento hormonal adecuado. Posteriormente, vendrán intervenciones quirúrgicas para practicar una mastectomía, que es un tratamiento costoso y existen tres tipos para retirar los pechos y su costo oscila entre los cuarenta y sesenta mil pesos; la histerectomía que es la intervención quirúrgica para extirpar la matriz y los ovarios y, finalmente, una faloplastía, que es la construcción de un pene y testículos, cuesta alrededor de quinientos mil pesos. En el caso de las mujeres los costos son muy similares, aunque ellas requieren de más cirugías, desde estilizar el rostro y limar la manzana de Adán, para concluir con la formación de busto y órganos sexuales.

Es un tratamiento muy caro, y como señalé anteriormente, de por vida. En mi caso, cada veintiún días me inyecto una hormona de cuatrocientos pesos; aunque en un principio recibía, cada veintiún días, inhibidores de hormonas que costaban seiscientos pesos. Hay otra que cuesta trescientos diez pesos y se pone cada veintiún días y otra que se pone cada seis mes que es Nébido y que cuesta mil novecientos pesos. Aunado a todo esto, hay que agregar que se requiere estar bajo tratamiento psicológico durante la transición porque surgen muchos cambios hormonales y de humor que pueden poner en peligro la vida del paciente al tener intentos suicidas.

G.G.R.: ¿Existe algún apoyo del gobierno o de una ONG para apoyar a solventar estos gastos?

L.G.: Afortunadamente, se está gestionando en la Ciudad de México la primera clínica especializada para la atención de personas trans por parte del gobierno capitalino y federal, la cual tendrá la capacidad para atender a tres mil quinientos pacientes sin requisito alguno.

Claudia Sheinbaum, Jefa del Gobierno de CDMX, ha dicho que: “ésta será la primera clínica de este tipo en el país y tiene una orientación comunitaria, individual e integral de distintas disciplinas en el terreno de la salud, pero también de reconocimiento de las personas trans”.

En mi caso todo fue en privado porque empecé mis tramites cuando contaba con seguro, pero ya no lo tengo. En el IMSS, una vez que el área de psiquiatría aprueba tu situación, ellos te podrán apoyar con el tratamiento hormonal.

G.G.R.: ¿Cuál fue el principal obstáculo con el que te enfrentaste al tomar tu decisión?

L.G.: Todo se convierte en obstáculo: la sociedad, familia y toda instancia gubernamental y educativa serán un problema ya que se oponen al cambio, le temen a lo diferente; para ellos no es agradable que alguien se salga de la normalidad ya que lo ven como amenaza.

Tuve que realizar demasiados trámites burocráticos y armarme de paciencia porque en la ciudad jalisciense donde nací, Tepatitlán de Morelos, nunca antes se había dado el caso de que alguien pretendiera legalizar su cambio de género. Cierto es que hay muchas personas trans en esa localidad, pero es gente informal: la jotita del barrio, el marimacho de la gasolinera, etc., pero nadie antes se había preocupado por regularizar su situación; eso ha sido costoso y un arduo trabajo. Yo sabía que me iba a enfrentar con muchos obstáculos y por eso temía salir del closet, pero llegó el momento en que ya no pude más. Imagínate, por ejemplo, tenía bastante pecho por lo que llegué a usar tres bandas para fajármelo, cuando lo recomendable es usar una y máximo durante ocho horas, las usaba incluso para dormir. Además, psicológicamente estaba muy mal, en la universidad ya no soportaba que me llamaran por otro nombre, incluso abandoné la universidad durante un semestre por la misma razón.

 G.G.R.: ¿Puedo saber cuál era tu nombre anterior?

L.G.: Disculpa, pero no deseo compartirlo, lo que sí te puedo decir es que se le denomina dead name o nombre muerto y toda la persona trans lo tenemos. Es un nombre muerto porque pertenece a alguien que nunca existió.

G.G.R.: ¿Cómo reaccionó tu familia y amigos ante tu transición?

L.G.: En un principio mi familia no lo aceptó; por ejemplo, cuando se lo dije a mi mamá, ella dijo que no podíamos vivir ambos en la misma ciudad. Así es que, desde ese momento he vivido en Aguascalientes, llegué con el corazón destrozado y abandonado ya que el setenta por ciento de mis amistades se fueron. Tuve que salir de mi ciudad natal porque “pueblo chico, infierno grande” y, al andar por las calles, la gente me enfrentaba e insultaba diciendo que, aunque cambiara de nombre o de apariencia física, siempre sería hembra.

Tuve que alejar de mi vida a aquellos que no mostraban respeto, no me interesaba conservar a quienes no eran capaces de entender mi evolución. Todo ha sido muy pesado porque vengo de una sociedad muy cerrada, comprendo que no respetan no por maldad sino porque carecen de una educación que les permita entender este tipo de situaciones y la iglesia católica lo gobierna todo. Entre más estudios y preparación tenga una sociedad más empática, diversa y evolucionada será y a Tepatitlán le falta mucho.

G.G.R.: ¿Cómo es tu relación actual con tu madre?

L.G.: Con quien llevo mejor es con mi mamá, hace poco la invité a Aguascalientes para que conociera cómo es mi vida aquí, pasamos la navidad juntos con unos amigos para que conociera a mi círculo social actual, conformado por personas respetuosas y donde yo soy un caballero más en la mesa. Ella pudo darse cuenta de que el mundo de la diversidad sexual no significa degenere o vicios, sino una vida plena de amigos y estudios. Eso la alegró y tranquilizó bastante. Se refiere a mí como un hijo masculino; no obstante, le cuesta trabajo enfrentar a la gente que ya me conocía y aclararle que yo he cambiado. Sin embargo, fue una grata sorpresa saber que se está adaptando bastante bien y que fue a recoger mi certificado de preparatoria con mi nombre actual.

 G.G.R.: ¿Cuál es uno de tus sueños?

L.G.: Sueño con volver a mi tierra, pero a trabajar en favor de las personas que estén en condiciones similares a la mía y crear una ONG para fortalecer la educación sexual y dejar de satanizar al sexo. Puedes creer que allá no hay permisos para sex shops y la única que existe es clandestina como si se tratara de venta de drogas.

G.G.R.: ¿Cuál es tu mayor satisfacción en este rubro?

L.G.: El ser el primer ciudadano de los Altos de Jalisco en tener el valor de cambiar su identidad sexual, de manera legal, venciendo al sistema a pesar de que los documentos o trámites son muy caros y, sin embargo, he salido adelante.

El año pasado me titulé de licenciatura en Educación en la Universidad de Guadalajara, por lo cual solicité fuera nombrado por mi actual nombre y, al ver que la institución se oponía a mi petición, les hice saber que de no hacer las cosas como yo lo solicitaba se estarían negando un derecho humano llamado identidad, y que acudiría a la CNDH para solicitar su apoyo, al verse sin excusas tuvieron que nombrar a Leonardo, y como tal, curso en la actualidad una maestría en Psicoterapia Gestalt en el Instituto INTEGRO, en Aguascalientes.

Estoy orgulloso de ver que avanzo y salvo obstáculos, las autoridades educativas y gubernamentales me piden que les tenga paciencia, que comprenda que soy el primer caso y que les falta experiencia en estos temas.

G.G.R.: ¿Qué consejo le darías a las personas que vienen detrás de ti?

L.G.: Yo les pediría que no se detuvieran por miedo al qué dirán, que luchen y que, si de verdad desean algo, lo lleven a cabo. El camino no es fácil y deben luchar por crearse un ambiente óptimo a través de cambios, salir del closet poco a poco y crear un círculo social de aceptación.

G.G.R.: Para concluir esta conversación, puedes comentar si alguno de los tatuajes que tienes en tu cuerpo representa tu lucha

L.G.: El que tengo en la pierna izquierda, es el personaje de la película “La forma del agua”, de Guillermo del Toro. Me identifico con él porque, en el filme, cuando lo encuentran creen que es estúpido y que no entiende lo que ellos hablan; que no sirve para nada y que es una lagartija y resulta que no, es un ser inteligente y tiene pene, simplemente habla otro idioma.

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