Apostar Por Selhye Martínez

Estoy cansada de jugar, nunca he entendido bien este juego y es posible que haya estado apostando sin saber qué los demás hacían trampa. Recuerdo haber leído las reglas hace mucho tiempo, pero solo he ganado una vez; mentira, nunca gané, solo perdí poco.

Te veo barajear, hacer cuentas mentales y dejar sobre la mesa un par de monedas; la clase de monedas que brillan y luego se desvanecen en mis bolsillos. Me pregunto si debería quedarme y aprender; buscar el movimiento ganador en la forma que tus dedos pasan de las monedas a las cartas, de las cartas a tu bebida, de tu bebida a algún lugar bajo la mesa, luego a tu cabello y después al mío.

Pienso en rendirme con una sonrisa, terminar mi trago y levantarme de la mesa; dejar mi única moneda en el vaso vacío y salir por la puerta. Ahí afuera estaría esperándome el viento frío para rozar mis mejillas; el ruido del tráfico y las conversaciones casuales de quienes ignoran la partida que se lleva a cabo tan cerca de ellos.

Podría caminar hasta un café, pedir la cena y leer un poco a Saramago, lidiar con mi falta de fe en silencio; tomar un poco de vino para calentar mis manos siempre frías, cruzar miradas con un extraño, notar en su cara que él también abandonó el juego esa noche. Tal vez hablaríamos del clima, de porque va deportivo y de mi libro; tal vez me diría que él iba ganando, pero se cansó de ver perder a otros.

Es tú turno y pones todo al centro, calmado y confiado. Entonces lo noto; me faltan cartas, siempre me han faltado.

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