juncos, lodo y pétalos. tres poemas de Mario Frausto Grande

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juncos

 

perdida entre los juncos

la mano de dios busca

la verga de un hombre

que habló en lenguas

el viento casi impronunciable

de su cuerpo

abre la transparencia

de sus dedos

expande cada línea

como un destino intangible

que besa sus palmas

no hay hombre ni verga

entre las sombras del prado

sólo un silencio constante

donde la soledad ha puesto

su verbo oscuro

perdida entre los juncos

la mano de dios

no encuentra consuelo

el viento casi impronunciable

de su cuerpo

necesita de un hombre

para hablar en lenguas

y nombrar la palabra blanca

de una verga

cuando se agrieta

y se llena de luz

 

 

 

lodo

 

en ese tiempo los santos daban perlas

a los cerdos, y pusieron en nuestros cuerpos

una estaca para que la vida

fuera más lenta. nada pudimos hacer

contra su ira, y nada pudimos hacer

con nuestras manos

rendidas

y llenas de lodo. los cerdos devoraron

los tesoros del cielo

y nuestros corazones quedaron

pausados. la vida era ese silencio

de manos sucias

y partidas. los santos nos miraron fijamente

y dijeron: comerán los cerdos

del brillo de nuestras manos

antes de que dos hombres

sean tierra mojada

que se derrama en el campo

 

 

 

 

pétalos

 

juan era el discípulo

del corazón de crisantemo

y un colibrí perdido

entre los ojos y los labios

 

cristo lo amó

como se ama a las flores

con un silencio herido

para aceptar que son breves

 

tocó el crisantemo en los latidos

y al colibrí

con sus colores despiertos

 

ambos mostraron la sustancia

de sus lenguas

 

todo pétalo nombrado

entre varones

es un principio de luz

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