Soneto 27
Cansado de esfuerzos, me precipito en mi cama,
al querido reposo de los miembros fatigados por el viaje;
pero entonces inicia una travesía en mi cabeza
que hace trabajar mi mente cuando el afán de mi cuerpo expiró:
entonces mis pensamientos –de lejos donde permanezco–
se proponen un celoso peregrinaje hasta ti,
y mantienen mis párpados cayentes abiertos cual anchos,
buscando en la oscuridad lo que los ciegos ven;
entonces la visión imaginaria de mi alma
presenta tu sombra a mis ojos sin vista,
la cual, como una joya engastada en la espantosa noche,
hace espléndida su negrura y nuevo su viejo rostro.
¡Mira! De día mis miembros, de noche mi mente,
por ti, y desde mi mismo, no encuentran quietud.
Soneto 28
¿Cómo puedo entonces regresar a una situación feliz,
si estoy vedado del beneficio del descanso?
Cuando la opresión de la noche no es aliviada por la noche,
sino que el día por la noche y la noche por el día son oprimidos,
y cada cual, aunque enemigos del reino del otro,
se dan la mano consintiendo torturarme,
uno con la fatiga, el otro con la queja
de cuán lejos me fatigo, aún más lejos de ti.
Le digo al día, para complacerlo, que tú eres luminoso
y lo agracias cuando las nubes manchan el cielo;
así también halago a la noche de tez morena,
cuando las chispeantes estrellas no brillan, y tú doras aún.
Pero el día cada día prolonga mis sufrimientos,
y la noche cada noche hace el dolor parecer más fuerte.
Soneto 29
Cuando, en desgracia ante la fortuna y los ojos de los hombres,
todo solo lloro mi estado de proscrito,
y molesto al sordo cielo con mis vanos quejidos,
y me contemplo a mí mismo y maldigo mi destino,
queriendo ser como el más rico en esperanza,
destacado como él, como él poseedor de amigos,
deseando el arte de este hombre y el poder de aquél,
con lo que más disfruto no logro contentarme.
No obstante estos pensamientos, casi despreciándome,
feliz yo pienso en ti, y entonces mi condición,
semejante a alondra que al romper el día se eleva
de la hosca tierra, canta himnos a las puertas del cielo.
Porque tu dulce amor recordado tal riqueza trae
que entonces yo desdeño cambiar mi estado por el de reyes.