Sin ella, sin su amor y sin sus manos, las mías se han vuelto pequeños abismos pues ahora mis dedos sólo deambulan por las avenidas sin encontrar algo que logre abarcarlas, sólo tocando siluetas obscuras y siniestras.
Sin ella, sin su amor y sin su boca, la mía se ha quedado sin palabras, mi boca toda seca se ha quedado sin versos, sin poemas, pues las letras se han mudado temerosas balbuceando entre comas su nombre y apellido.
Sin ella, sin su amor y sin sus ojos, las miradas se han vuelto incoloras y ya ni el cielo es tan azul, ya ni la luz del sol es tan brillante, ahora las flores se han privado de sus vestidos de carnaval y taciturnas me acompañan en la amarga melancolia.
Sin ella, sin su amor y sin su compañía, aun los espacios más estrechos se han vuelto inmensos, aun las canciones más melodiosas ya no son más que aburridos silencios; es que incluso el mundo, mi mundo y sus estrellas han perdido la inmensidad que las caracterizaba.
Fotógrafa: María Paola Garrido Barrera