Las anónimas Andrea Monserrath Ramos de la Torre

Este texto fue parte de #TodoSuma

Por los anonimatos que eran, son y serán mujeres.

Pienso y planteó aquí en cómo ser mujer se vuelve un condicionante para muchas actividades de nuestra vida, el arte por ejemplo, un tema que me llena de controversia, veo artistas, me relaciono con artistas, y soy artista.

El arte mantiene el espíritu del ser humano. Le da algo que no conseguiría de otra forma.

Lo he escuchado a voces, sobrevivimos por el arte, no se podrá vivir de él pero por alguna razón el alma tampoco puede dejarlo, como es la droga para el cuerpo es el arte para el alma.

Lo decía Virginia Wolf: «Me atrevería a aventurar que Anónimo, que tantas obras ha escrito sin firmar, era a menudo una mujer»

Bajo el anonimato o seudónimos masculinos miles de publicaciones anuales en diferentes épocas, mujeres escribiendo en las penumbras de habitaciones oscuras, mujeres pintando, componiendo, mujeres haciendo arte como si esté fuera delito o pecado. Sin afán de nada, solo por que nace, de no sé dónde, y no sería capaz de plasmarlo porque no lo tengo claro, es una incógnita de esas que maravillan, que hacen el mundo más habitable, el dolor más vivible y la felicidad más duradera.

Mujeres anhelando libertad de pensamiento, cuerpo y alma.

Veo a Frida, la admire mucho tiempo, creo que si me concentró puedo olerla, pienso en los juegos que hacíamos cuando éramos más niñas y decíamos que reviviríamos a alguna celebridad para preguntarle algo, yo pensaba en Frida.

La eterna pintora triste, Frida aferrada a su tristeza como a su verdugo, que difícil abandonar a tu Diego, a tu inspiración.

Plasmando arte, belleza desde tanto dolor, y eso no cambia, traigo a mi mente entonces, pintas, danzas, poemas, canciones, mujeres, mujeres, mujeres, en México y el mundo, en estados grandes y en la periferia, todas embelleciendo lo doloroso que es a veces ser mujer aquí.

Vuelvo a Frida, si pudiera decirle algo o hablarle lo haría desde frases colectivas, palabras que nos permiten parecer un equipo, le diría: Frida hubiéramos abandonado a Diego y nos hubiéramos quedado con Chavela.

Ella escribió: Hoy conocí a Chavela Vargas, extraordinaria, lesbiana, es más se me antojó, no sé si ella sintió lo mismo, pero creo que es una mujer lo bastante liberal, que si me lo pide, no dudaría un segundo en desnudarme ante ella. Acaso es un regalo que el cielo me envía… Junto al texto citado aquí una fotografía, ambas riendo, fotografías imposibles, inspiradoras y yo como tantos envidiando ser el lente que ha dejado en la memoria histórica tan preciso y precioso momento.

No se trata de juzgar, jamás me lo permitiría, ni con ella ni con nadie.

Limitada como otras, en aspectos diferentes pero al final, limitadas.

Me tomo la libertad de poner un poco de su vida privada y planteó la dicha limitación desde el terreno sexual.

Pienso en esta maravillosa mujer desde su arte y desde su alma, veo en sus ojos oscuros a todas las mujeres del mundo, veo en cada mirada a todas las artistas del mundo, veo en sus obras el dolor de todas a través de belleza, formas y colores vivos, veo tantas almas, últimamente me doy cuenta que podemos aprender a conocer y amar a partir del alma, una oportunidad que ha estado ahí pero conlleva un esfuerzo irracional que el ser humano con sus prisas y prejuicios no está en disposición de aceptar.

Mucho más tiempo del que creemos tener para invertirlo, no hay oportunidad ni de cuestionar.

Entonces me vuelco sobre México y no puedo evitar citar también a Rosario Castellos «Feliz de ser quien soy, sólo una gran mirada: ojos de par en par y manos despojadas.»

La simpleza tan llenadora del arte de escribir.

Otra mujer limitada, con su propio Diego. Otra época, otra limitación. Maternar.

Poco a poco más obras reconocen y gritan el nombre de aquella mujer que les dio vida, en campo de batalla, almas pérdidas y reconocidas encuentran algo de triunfo y por ende un paga a la deuda histórica que como artistas les debemos, más allá de monetariamente hablando.

Como en todo, no siempre es el género, también la clase, la raza, la edad, y hasta la sexualidad, todo. Banal exageradamente banal, pero ahí también reconocemos el derecho y el privilegio, así ideamos la manera de que el privilegio de unas se vuelva un arma que permita el derecho de todas.

Me permito citar mujeres que han colocado su nombre también porque en este siglo, en todos los que han pasado y en los vendrán no hay espacio para la envidia, hay espacio para una sororidad que ha estado vigente desde siempre entre nosotras como un pacto secreto, una alianza contra todos aquellos que viven con el miedo de que tomemos los lugares que nos corresponden, no como musas, no más, como artistas con un nombre.

Historia Anterior

Con el silbido del tren Luis Enrique Fuentes Padilla

Siguiente Historia

UNA CARTA LIBERADORA Patricia Santacruz