So come with me through the storm,
see the other side of common sense.
We can no longer deny the truth,
how horrible it may seem…
Arcana.
Dark Age of Reason
The Calm before the Storm
All that we learn is just one point of view
Out there in the world it may not become true
Helloween
Rabbit don’t come easy
Open your life
Estos son tiempos oscuros, tiempos sin esperanza. Alguna vez se ha escuchado por los alrededores esta frase, de diferentes formas, pero significado igual: son tiempos difíciles. Se puede atribuir la frase a la Edad Media porque es la época oscurantista de la humanidad. Tal vez sea cierto, quizá no; todo es cuestión de perspectiva. Lo anterior mencionado, nos abre a una pregunta: ¿hasta qué punto lo percibido deja de ser cuestión de perspectiva? La respuesta es: en ningún momento, todo es cuestión de perspectiva. Por lo tanto, los tiempos oscuros no pueden serlo porque el evento es un simple acto de percepción donde pudieron haberlo sido o no. El tiempo oscuro para uno, no lo es para el otro, pero entre ellos hay un abismo: la realidad real.
Hablar de la realidad real no es acerca de una doble afirmación, para este papel podemos dividir ambos en los siguientes conceptos: el primero como elemento que nos rodea día a día con límites universales y el segundo como aquello que tiene la capacidad de existir independientemente de la percepción nuestra. Es el elemento, ignorado por todos, que puede dar la respuesta a la pregunta si en realidad vivimos en tiempos oscuros o no.
Pasemos ahora a la causa de los tiempos oscuros actuales, que es la búsqueda del conocimiento. ¿En qué consiste? Es un proceso filosófico propuesto por Johannes Hessen: tenemos el objeto y el sujeto. El objeto es el elemento real dentro de la realidad que nos rodea y el sujeto somos nosotros. Procede que el sujeto percibe el objeto y se crea una percepción del mismo. La percepción del sujeto es variable si partimos en la premisa que cada sujeto es distinto uno de otro; confirmable porque entre dos sujetos, la imagen creada por la percepción de un objeto es distinta. De lo anterior también podemos asegurar que el objeto se mantiene inmutable en sí mismo porque las diferentes percepciones de ambos sujetos no altera su posición en la realidad y haber sido percibido lo vuelve real. Hasta aquí, los tiempos aún se mantienen en la iluminación, ahora viene la oscuridad: imposición de una percepción como realidad y objeto real.
Ante tal problemática, la búsqueda de conocimiento cayó a un abismo, que no tiene por qué mirarnos de vuelta porque se ha negado su posición en la realidad real, porque se ha permitido reemplazar la imagen percdibida por el objeto. En otras palabras, no hay por qué leer, investigar, cuestionar, analizar… porque se cree que ya se tiene conocimiento adquirido. Lo anterior no es posible porque debe existir la interacción con el objeto real, dentro de la realidad, para la adquisición de la imagen que nos permite generar el conocimiento. La perspectiva, como la nueva realidad real, establece el siguiente silogismo: la oscuridad real es la luz percibida, la luz real es la oscuridad percibida.
Buscar el conocimiento requiere pasar obstáculos, el primero de ellos – ante esta nueva “realidad real” sería un equivalente a jalar la barba a un antiguo griego –: admitir la ignorancia. Adquirir conocimiento es admitir que se vive en la ignorancia. Llevar a cabo lo último es complicado porque es reconocer que nos encontramos ante la capacidad humana de cometer errores y, de acuerdo con testimonios actuales, nadie se equivoca y todos lo saben todo.
Actualmente, una vez atravesando el velo de Isis, podemos encender la luz del conocimiento que nos permite tener una comprensión de todo lo que nos rodea, pero al hacerlo nos encontramos ante el nuevo dogma de la realidad real: la luz real es la oscuridad percibida y debe ser perseguida, juzgada, aniquilada. ¿Por qué? Interesante pregunta, si nos es posible contestarla, está la siguiente frase: bendita ignorancia. Tal vez sea cierto, aquellos que no desean buscar conocimiento viven en una felicidad que ya no existe para quien encendió una antorcha para conocer el camino donde se encuentra. Como la felicidad es ignorancia, la desdicha es el conocimiento y nadie quiere ser partícipe: su felicidad es más importante que la vida de un ajeno. La luz se convirtió en armamento, literalmente, y debe ser detenido.
En este escrito es un intento de encender la luz, el tiempo dirá cuánto durará encendida o tal vez seamos nosotros quienes la apagaremos para sobrevivir, pero vivir en la oscuridad real no es la opción para quienes atravesaron el velo y reconocen que no pueden regresar.
¿No le gusta la oscuridad? Encienda la luz, bajo su propio riesgo.