Un títere y ojos para soñar por Joan Carel

Cortesía FIC

Cuando mi abuela habla de su infancia, hay siempre un recuerdo que le llena de brillo los ojos: los títeres. Al ver su mirada, es posible vislumbrar su rostro de asombro, su rostro de niña ante una mesa y una colección de objetos simples de los que nace un sorprendente universo mediante la creatividad y la habilidad con las que son manipulados.

En una mesita colocada al centro de un escenario, se sostiene recto e inerte un títere o, mejor dicho, un espantapájaros entre la maleza del terreno donde es guardián, aunque probablemente él no lo sepa. En un instante, sus ojos redondos se abren enormes y entonces, con interés y sorpresa, explora su entorno y descubre cosas por azar abandonadas o próximas: un poste de luz, el tronco seco de un árbol, un paraguas, un balón, un par de zapatos viejos. Cada nueva experiencia es emocionante y vivifica, aunque pronto nota que para él no hay horizonte, sólo el área delimitada, el punto específico al que su cuerpo está anclado, tierra de nadie.

Un pájaro se posa sobre su cabeza en los primeros minutos de su despertar y eso es suficiente para animar su curiosidad. Imita su vuelo agitando los brazos, rápido, rápido, hasta que se eleva; pero pronto es evidente y decepcionante la realidad. Sin embargo, la libertad es parte esencial de quien imagina y puede soñar. Así, comienza la aventura de este personaje donde, entre las sombras y mediante los objetos cercanos, recursos de teatro negro, dos ágiles titiriteros y una sorprendente  iluminación, adquiere pies para correr sin límite ni fatiga; la lluvia y los charcos se transforman en un inmenso mar; un universo infinito emerge en un sueño de estrellas.

Entre las butacas, una ancianita que bien podría parecer de nuevo una niña, solloza conmovida y tiene los ojos llenos de brillo, el mismo que he visto en el tierno rostro de mi abuela cuando relata sus travesuras y ocurrencias. El llanto se escucha tenue: “así eran los títeres cuando estaba chiquita”; es de alegría y añoranza.

Cuando nuestros ojos de niños crecen y la imaginación mengua, ¿acaso nos convertimos todos en espantapájaros anclados a tierra? Probablemente, esa sería la antítesis para la propuesta de Merlin Puppet Theatre. Que mis ojos puedan ser como los que amo contemplar en mi abuela, que puedan ver cosas fantásticas como los de ella, que me sean para siempre en esta y muchas vidas diarias más.

Merlin Muppet Theatre
Noone’s Land
28 , 29 y 30 de octubre de 2022
Teatro Cervantes

Fotografía: Gabriel Morales (cortesía FIC)

 

 

 

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