Un buen amigo por Iván Silis

Estaba escribiendo en mi vieja máquina como de costumbre. Noté que la letra “A” ya no tenía tinta. –Marcos, mi máquina está desecha –le dije. -No seas tonto y consíguete una computadora, Imbécil. Marcos siempre fue el tipo rudo desde la juventud, jugaba póker como sólo pocos podían hacerlo, era un genio para el ajedrez y por si fuera poco era él, tenía a todas las chicas a su disposición, también tenía sobrepeso.

Ese mismo día recibí la llamada que estábamos esperando Marcos y yo. Era una llamada que podría hacernos millonarios en un chasquido de dedos.

-Habla Mertens.
-Ey, soy Rogers, esta noche tenemos el juego maestro. Seis en la mesa y contamos con Mr. Hamilton. Dile a Marcos que prepare su mejor mano.
-Así será –le dije.

Entonces, colgué el teléfono, le grité a Marcos que cogiera su chaqueta porque el juego había comenzado. Salimos del motel “All Day” y en el camino Marcos no dejaba de leer su pequeña libreta recordando todas las jugadas que él había inventado.

Llegamos al hotel y una señorita muy elegante nos escoltó hasta la habitación del juego. Ahí dentro…

-¿les ofrezco algo de beber?
-Una botella de Bourbon y dos vasos.
-Enseguida –replicó.

En la mesa estaban Mr. Hamilton y otros cinco, todos ellos millonarios y excelentes jugadores de cartas. Tomamos nuestro lugar en la mesa y ya estaba decidido, jugaríamos “Holdem”. El dealer portaba una gorra bastante estúpida y un palillo de madera en la boca. Se dispuso a repartir dos cartas a cada quien.

El juego estaba bastante reñido, las apuestas aumentaban y no tenían límite; era la primera vez que jugaba pero con las instrucciones de Marcos sabría que lograríamos hacerlo, desfalcaríamos a esos millonarios que todo lo tienen y que nada les falta.

Ya nos encontrábamos en el “Showdown” los nervios destruían cualquier aroma (incluso el del habano). Todo se miraban unos a otros esperando a que Marcos o yo fuésemos los primeros en destapar nuestras cartas, pero no sería así. Cada quien fue destapando sus cartas por turnos en sentido de las manecillas del reloj, todos eran juegos buenos, no eran simples manos, habían: Full, Escaleras y Pokers. –Debo confesar que ha sido el tiempo más largo de mi vida, pues de no obtener una escalera real, estaríamos jodidos. Voltee a ver a Marcos y como siempre, no tenía ninguna expresión facial en su cara –eso me daba un poco de tranquilidad.

Mi mano era un póker de ases, sabía que tenía cierta oportunidad, pero al ver la mano de Marcos quedé realmente impactado, una “escalera de color real”. No pude evitarlo y salté de la mesa gritando que les habíamos ganado y que seríamos ricos. Pero antes de terminar de saltar, uno de los jugadores sacó un arma y disparó tres veces al torso de Marcos.

Rogers, no dudó y comenzó a disparar también. Era una balacera llena de clase y categoría. –Jamás en mi vida había visto sangre tan cara esparcirse por el aire y las paredes. Cabe aclarar que yo no participé, en cambio, me hice el muerto.

Al finalizar el tiroteo, Mr. Hamilton seguía vivo, casi agónico. Me tomó del brazo y susurrando me dijo: “Eres un muchacho o muy cobarde, o muy inteligente”. Tenía mucho miedo pero al ver todo el dinero sobre la mesa, me llegó un breve pensamiento a mi cabeza: “de aquí ya salí rico, tengo el dinero suficiente para componer mi letra “A” de mi vieja máquina de escribir. Y tengo toda una historia que me hará escribir un libro como para tener a todas las mujeres que tenía mi amigo difunto, Marcos”.

Salí de la habitación con una maleta repleta de fichas y sin un solo rasguño. Lo último que dije al salir de ahí fue:

–Tendré que conseguir un nuevo Marcos.

 

 

 

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