¿Qué contagia más de energía al corazón que los sueños de los jóvenes? Especialmente cuando el esfuerzo y el sacrificio para lograrlo es evidente en su rostro, en sus palabras y en sus actos. El sábado 14 de octubre de 2023, después de la inauguración del 51 Festival Internacional Cervantino la noche previa, diecinueve jóvenes provenientes de Empalme, Sonora, y Nueva Orleans, dieron comienzo a las jornadas artísticas.
Si bien, como suele ocurrir con los proyectos de colectivos juveniles, pese a contar con el respaldo de la Secretaría de Cultura nacional a través del programa Semilleros Creativos (2019) y con la presencia de la líder gubernamental de la misma, el evento agendado para el medio día de un fin de semana en una avenida de tráfico frecuente y con acceso gratuito, no contó con la difusión adecuada, quizá por ser anunciado como un espectáculo para niños; mas la pequeña audiencia reunida bastó para atestiguar significativamente el momento.
Los protocolos iniciales, justamente en micrófono de las representantes de cultura, tanto de México como de los Estados Unidos, incluso con la emoción expresa en sus rostros y palabras, no auguraban una función extraordinaria; entre el público no había expectativas de ningún tipo, pero sí curiosidad. Probablemente esa condición permitió que la sorpresa, minutos después, fuera avasallante.
Una música tranquila, relajante, por momentos evocativa a los sonidos del mar, además de las ondas proyectadas en la parte posterior del escenario, acogieron a los jóvenes bailarines, quienes comenzaron la ejecución de una coreografía en apariencia conceptual sin quedar claro algún trasfondo o posible narrativa. Después de varias escenas, estando los bailarines de ambas nacionalidades sobre el escenario, jóvenes sonorenses tomaron la voz para referir anécdotas en cuanto a su formación artística, la construcción de su identidad y las circunstancias de racismo, clasismo y violencia comunes a todo el grupo, cuya comunicación se estableció desde agosto del año en curso, tanto en sus contextos socioculturales como en el proceso de su desarrollo profesional. Una joven afroamericana se sumó a los testimonios y, luego de ello, la presentación dio un giro sorpresivo en el que el mensaje cobró sentido.
La música empleada para la propuesta fue compuesta por Leo Soqui, incluyendo fusiones entre el jazz, la polka, el calabaceado, el afro, el hip hip y el house. Sin embargo, la algarabía entre los asistentes se desató cuando los bailarines mexicanos, hasta el momento ejecutantes de danza contemporánea, trajeron a escena el folclor norteño con una fuerza y destreza impactantes. El asombro creció al unirse los bailarines extranjeros, más cuando se sumaron los estilos urbanos de las calles estadounidenses con un nivel en técnica a la altura de un festival internacional.
El nerviosismo se manifestó ocasionalmente, mas no afectó la presentación donde la multiculturalidad fluía naturalmente, con homogeneidad aun siendo tan diversa. Ese toque de inexperiencia, por el contrario, dotó la función de una autenticidad memorable, muchas veces ausente en los eventos que se publicitan y ofertan como lo más digno de apreciar en las ediciones cervantinas.
Son de reconocer los estímulos públicos para el desarrollo de nuevos artistas y el establecimiento de espacios seguros a través de la cultura y el arte, sobre todo cuando el producto final es como éste, pero el mérito, sin duda, es para los jóvenes bailarines, dignos representantes del estado y país invitados, cuya determinación, arrojo, disciplina, esperanza e ilusiones cautivaron por completo a los espectadores.
Semillero Creativo de Danza Urbana de Empalme y Dancing Grounds de Nueva Orleans
14 de octubre de 2023
Los Pastitos
Fotografías: Carlos Alvar (cortesía FIC)