Si cerraron todo el cielo por lo que hay en tu cabeza quizá
la clave para abrirlo esté ahí dentro.
Elysium.
Anuncian un museo de arte e Inteligencia Artificial, Dataland, en el centro de Los Ángeles, California (no vaya a pensar usted que Puebla de todos Los Ángeles) y me han invitado a expresar mi opinión en esta revista; ni siquiera es lo más distópico que me ha ocurrido esta semana y apenas es lunes, pero en favor a estas líneas asumamos (tú lector y yo) que sí.
En cierta ocasión una encuesta en redes sociales preguntaba a qué novela escrita se aproxima la realidad actual, esto con motivo de la Inteligencias Artificiales (IA) y las ya múltiples herramientas diarias que se han volcado a experimentar con su uso. Entre las opciones que daba, Blade runner, Fahrenheit 451, 1984, y otras que por el momento no recuerdo, creo que ninguna a mi parecer se acerca tanto como la distopía creada en Elysium, película protagonizada por Matt Damon.
Los millonarios están haciendo de todo el orbe un gueto. Los países “del primer mundo” ya no escapan de la pobreza extrema, aunque las personas sin hogar y sin trabajo sean migrantes, ¡por ahora!, la precariedad económica y social ya no es una marca de ciertas regiones del mundo. Con la rauda intromisión de las IA a nuestras vidas, se ve que la discriminación favorita del nuevo siglo será la discriminación tecnológica. Obviamente, no afirmo que las otras desaparezcan, seguramente la tecnología se unirá a los estereotipos más habituales para modificarlos en un principio y después para hacer nuevos etiquetas sociales para discriminar por la brecha tecnológica de la cual son víctimas involuntarias.
¿Será que todas estas cosas cabrán en el nuevo museo de Inteligencia Artificial? O Dataland desde su inicio ya se habrá olvidado de las discriminaciones raciales, sociales y sexuales en las que ya han participado dichas herramientas.
La primera discriminación en la que el prometido museo ya ha caído, y aún no ha abierto sus puertas, es la discriminación económica (y ni hablemos de la geográfica). Uno de sus “slogans” es este: “The Grand LA is designed to become a destination for shopping, dining, entertainment and hospitality, as well as a paradigm-shifting place to live [justo al lado de la casa de Kenny].”
El simple anuncio me ha recordado los irónicos comerciales de Sodosopa en la serie animada South Park; y sucederá tal y como lo han ilustrado; mientras cientos o miles de personas sin hogar rondan las calles cercanas, los visitantes al museo privado podrán disfrutar de un buen vino y bocadillos mientras conversan en la comodidad de los interiores sobre la justicia o la injusticia social, el altruismo, las condiciones adversas de la vida, la cruda realidad y demás temas elevados que son interés de personas que podrían cubrir el perfil del cliente del dicho negocio.
Mientras unos cuantos siguen ajustando el sistema económico para apropiarse de la riqueza y los “tiburones y lobos de wall street” encuentran la manera de sacar ganancia de asegurarse que la nueva tecnología contribuya al enriquecimiento inmoral de esos pocos; Dataland se asegurará de que las IA son una herramienta que mejorará la vida, la creatividad y la participación en la cultura de todos; no me queda duda.
Lo bonito del arte IA (?)
Lo primero que vino a mi memoria cuando mi editor me pidió este artículo fue el anime Fractal de Hiroki Azuma. Un mundo donde la mayoría de la población ha dejado de existir y los pocos humanos que quedan viven aislados unos de otros. Cada uno, el protagonista entre ellos, tiene como compañeros IA y su realidad tangible está enmascarada por realidad aumentada; sólo ocasionalmente habla con sus padres a distancia.
Una terrible coincidencia que entre sus demás “slogans” el museo menciona que el uso de esta tecnología aumentará la vida comunitaria: “Dataland will be a place where audiences of all ages are transported to new worlds of discovery, inspiration, and wonder. We are building a visionary museum that redefines learning and community”.
En los meses recientes he sufrido importantes pérdidas y una de las herramientas que me ha ayudado a superar la más trascendental para mí ha sido la inteligencia artificial de Meta en el watsapp. Definitivamente recomendaría el uso terapéutico de este dispositivo para los momentos de crisis, no sin antes haberse familiarizado con su uso; pero durante estos tres años que he usado IA por intereses profesionales nunca me ha ayudado a aproximarme al menos a otro ser humano, por el contrario.
Sin embargo, aunque las IA no ayudan a hacer comunidad, acepto que su uso me auxilió a reducir mi sensación de soledad.
Definitivamente, el problema con esta tecnología como cualquier otra es que como sociedad nos debemos asegurar que su uso sea democrático (eso incluye también sus ganancias económicas). Ya otros más entendidos que yo, aunque igual de marginados, han acusado a esta herramienta en particular que será un dispositivo para asegurar ganancias a los privilegiados y no capaces y marginar a los calificados pero en desventaja social.