¡Ya inició el 52 Festival Internacional Cervantino con Brasil y Oaxaca como invitados de honor! Así, con signos de exclamación, porque desde que se anunció su presencia el 28 de febrero —secreto recelosamente guardado por casi cuatro meses—, la euforia de sus fieles asistentes esperó con paciencia y a cuenta gotas.
Qué decir de la develación de la imagen el 4 de julio, festiva y colorida con dos personajes icónicos del folklor oaxaqueño y brasileño (un tiliche y un boi); la presentación del programa el 16 de julio destacando la magia de las tradiciones y la novedad en las propuestas contemporáneas; y la apertura del registro para el acceso gratuito a la inauguración el 26 de agosto, cuando se agotaron los boletos en menos de cinco minutos.
¡Ya llegó, ya está aquí!, aunque la ciudad comenzó a vestirse de verde, amarillo y naranja hace apenas un par de días y, como se ha vuelto costumbre en la última administración, es poca la publicidad impresa, imperante en décadas anteriores, que se reemplaza, quizá, por los automóviles del equipo gestivo con sus stickers y logotipos oficiales.
¿Esto será una verdadera fiesta? La emoción dicta que sí desde el jueves previo a la inauguración con el Convite, también conocido como ‘Calenda’, que atravesó el centro de Guanajuato desde el Jardín Embajadoras. Los instrumentos de viento dieron vida a los sones, chilenas y jarabes de las ocho regiones oaxaqueñas invitando con tragos de sus bebidas típicas a la ofrenda máxima con que arrancan diecisiete días de fandango cervantino: la Guelaguetza.
“¡Viva Oaxaca!”, “¡viva Guanajuato!” era el diálogo que iba y venía entre los más de quinientos danzantes y miles de espectadores durante el recorrido como un pacto fraternal de bienvenida, donde los invitados detenían su marcha para posar sonrientes ante la lente de los residentes y los reporteros, quienes recibían los obsequios y también bailaban.
Cuando la comitiva pasó por detrás del megaescenario en la Explanada de la Alhóndiga, ahí se probaban luces, se montaba escenografía y se afinaban detalles en la gradería para la celebración de verano con frío de otoño.
¡Y llegó la Guelaguetza! Dieciséis pueblos indígenas y afromexicanos se instalaron en un Cerro del Fortín distinto al de Oaxaca para compartir la riqueza evidente en sus hermosas y variadas vestimentas. Al igual que los ancestros prehispánicos, agradecieron por las cosechas a Centéotl, diosa del maíz encarnada para esta inauguración en Juana Hernández López, y a la Virgen del Carmen tal como se oficializó en 1932.
Con un himno en lengua mixteca, el espíritu solidario y el sentido de cooperación se posicionaron como guía de esta ‘fiesta grande’ que duró casi tres horas y se extendió al término por las calles. Cada comunidad compartió su herencia para conformar una identidad colectiva. La lengua zapoteca, de la cual proviene el nombre del evento, hizo gala de su belleza sonora. La Danza de los Diablos, que se repetirá fuera del Teatro Juárez, fue de lo más esperado, mientras que la armonía del movimiento en Flor de piña fue cúspide de un continuo deleite visual, seguida de una estampa final con integrantes de todas las delegaciones bailando sobre el escenario cual en viva la plaza.
La quema de fuegos artificiales es característica del ritual y también lo era del Cervantino, pero no esta noche. El cielo de la Alhóndiga se iluminó por última vez durante el Convite, pues el FIC, como lo anunció días antes Mariana Aymerich Ordóñez, su directora general, dejará en el pasado esta tradición en la “Fiesta del espíritu” para dar un primer paso a la sostenibilidad, esto por haber firmado un convenio de colaboración con el British Council de México y el Centro de Ciencias Explora, el cual también plantea mejoras en la accesibilidad, la inclusión y el intercambio cultural.
Ahora, además de la algarabía en las próximas dos semanas, donde habrá cabaret, música urbana, montajes abiertos, teatro de calle, cine al aire libre, exposiciones y espectáculos gratuitos para público de todas las edades y afinidades, reinará la incertidumbre sobre cuál es la sorpresa anunciada que reemplazará a la pirotecnia.
¡Oaxaca ya llegó! Se instaló primero en su casa ubicada a pasos de la Plaza de la Paz y en numerosas galerías universitarias. Luego celebró a lo grande con generosos regalos (sombreros, café, dulces, canastas…) que enloquecieron al pueblo guanajuatense cuando estos eran lanzados desde el escenario, entre los asientos y en la calle contigua.
Toca el turno a Brasil, quien abrirá en la siguiente jornada las puertas de su casa a metros de la Plaza del Baratillo y mostrará en todas las disciplinas su poderosa tradición junto con una visión crítica sobre la historia afrodescendiente y las crudas problemáticas sociales, además de ser el encargado de una vibrante clausura que también fungirá como despedida llena de júbilo para la primera administración de la 4T.
Resistir a tanto esplendor será la tarea —tal vez por eso tantas exclamaciones y expectativas— a un FIC que devuelve la esperanza cada octubre a un país, estado y ciudad asolados por la violencia y la pobreza, aunque sus gobernantes salientes hayan pregonado con fanfarrias el bienestar, la seguridad y la grandeza. También será el reto para las dirigentes recién nombradas, mujeres todas, de las instancias y niveles de poder involucrados en la entusiasta realización del festival; resistir sobrenaturalmente, en negritas o en mayúsculas, como lo han hecho durante siglos de opresión y miseria las voces y los colores de los invitados.
INAUGURACIÓN | La Guelaguetza
11 de octubre de 2024
Explanada de la Alhóndiga