“Vivir es una salvajada” es la frase inicial en la obra donde Cáudia Abreu, a través de un recorrido biográfico, rinde homenaje a la escritora británica Virgina Woolf. En este primer monólogo escrito por la actriz brasileña, se exponen con íntima polifonía el entorno que intensificó la condición bipolar y el suicidio de uno de los referentes más importantes en la historia del feminismo.
Ataviada con un sencillo vestido blanco de falda y mangas largas, la intérprete dio muestra de su sólida experiencia al transitar entre seis personajes femeninos: la protagonista, su madre, sus hermanas y sus amigas (Virginia, Julia, Laura, Stella, Vanessa, Vita) y ocasionalmente algunos hombres, como su padre, sus hermanos y su marido. Su habilidad para cambiar en instantes la intención discursiva de cada personaje con el trazo, la proyección de la voz y los gestos de su rostro y cuerpo, estuvo acompañada por efectos sonoros y lumínicos que no solo permitieron la creación de espacios envolventes, sino de emociones nítidas al interior de los espectadores.
“Cuánta agonía con el rechazó de mi padre”, “me cansé de intentar ocultar mi tormento”, “falleció de agotamiento”, “que la locura inunde cada átomo de mi cuerpo”, “mujer típica de su época, menospreciada e invisible”, “no tuve la oportunidad de ser otra cosa”, “no soporté la expectativa de ser un fracaso”, “cómo no enloquecer ante la posibilidad de ser mediocre”, son algunas de las sentencias que se intercalan a medida que se narra la infancia de Woolf, apellido materno del cual se apropia a la muerte de esta, su adolescencia en la orfandad, las vejaciones sexuales, su acercamiento indirecto a una formación académica, su incursión a la creación literaria y los grupos intelectuales londinenses, el despertar de su lesbianismo, su matrimonio motivado por la ilusión de protección y la intensificación de su genio artístico a la par de su condición psicológica.
Queda manifiesto a lo largo de la obra que la literatura fue una compañera para Woolf, un refugio y un medio para expresar febrilmente la angustia ante las demostraciones de su inteligencia y defensa de su talento en un mundo que favorece a los hombres. “Un tipo de sensibilidad que no puede ser comprendida, un exceso de lucidez”, comenta el personaje planteando una poética similar a la de los poetas del Romanticismo alemán, como Hölderlin, y una valoración de la soledad al interior de las clínicas psiquiátricas para escribir con tranquilidad.
“¿Será que realmente tengo talento o solo tuve suerte? Siempre desconfíe de mí misma”. En cada caída al abismo de la lucidez y en la profundidad del río donde pone fin a su vida, destaca la diversidad de cuadros y perspectivas propiciada por las luces y el sonido sin ningún otro elemento escenográfico. El volumen y la densidad oceánica son protagonistas en la bella escena final, donde la mujer se adentra en busca de su preciada libertad, cual Ofelia, resaltando la influencia de Shakespeare tanto en la autora como en la actriz: “que todo fluya a través de mí”.
Con la dirección de Amir Haddad y la codirección de Malu Valle, esta es la primera presentación de Abreu, también actriz de cine y televisión, fuera de Brasil. Virginia, obra estrenada en São Paulo durante 2022, ha recorrido casi una treintena de ciudades brasileñas. Con diálogos en portugués, la función resultó una ventana para conocer el teatro académico del “Gigante de Sudamérica”, no muy distante de las propuestas que siguen la misma línea ideológica y estética en la escena mexicana, y explorar las condiciones en la vida de una mujer brillante que, aun con los sufrimientos de tantas y los esfuerzos de siglos, apenas comienzan a cambiar.
Virginia
Cláudia Abreu
14 de octubre de 2024
Teatro Juárez