Es indiscutible la calidad de eventos que ha traído Oaxaca como estado invitado al 52 Festival Internacional Cervantino. Las calendas, los conciertos y las obras de teatro se han posicionado dentro de los espectáculos favoritos del público. Un último ejemplo de ello es Xhunca, puesta en escena de Karen Daneida, con la que se despide del Teatro Cervantes en el último martes.
Un grupo de músicos con vestimenta típica se posiciona en una de las esquinas del escenario. Tras un breve silencio, aparece la protagonista, quien sale portando una hermosa ropa étnica e interpreta una canción. Cuando termina la melodía, ella no para de cantar y procede entonar la historia de su vida a la par que pide las palmas al público: “Me dicen ‘Xhunca’. En mi lengua, sirve para llamar a las personas de alguna región o para nombrar a la más pequeña de una familia, también para referirse a tu amada”. Luego procede a contar cómo tuvo que salir de su pueblo, en el Istmo de Tehuantepec, para ejercer como actriz y ganarse la vida. “Créanme, la mayoría de los que hemos salido de esta tierra lo hemos hecho por necesidad”, comenta con tristeza.
Tras entonar otra canción que ayuda, a nosotros y al personaje en escena, a disipar los pensamientos melancólicos, nos cuenta un poco de su familia y de la vida cotidiana en Salina Cruz, su pueblo natal. “Los sabores de mi tierra, que nunca se vayan de mí”, dice cómplicemente mientras revela su secreto para preparar el mejor pescado. Platica, también, que la lengua originaria de esa comunidad murió hace tiempo debido a que a las y los adultos les daba vergüenza enseñarla a sus hijas e hijos, lo que privó a las nuevas generaciones de ella.
La protagonista, Xhunca, es muy simpática, incluso coqueta, y logra ser sensual sin dejar de ser cómica; además, sabe actuar sin dejar de cantar. Por si fuera poco, sabe platicar con el público sin perder el personaje o el hilo del guion, con el que reconecta las ocurrencias que le va lanzando a la audiencia; por ejemplo, bromea con un canadiense con cierta seducción sugiriéndose en edad casadera y en el resto de la función consigue volver a tirar de ese hilo con envidiable gracia, sin parecer forzada.
A modo de intermedio, ella sale del escenario, lo que permite que uno de los músicos saque a bailar a alguien del público, una conexión con la audiencia que celebro, pues va en la misma línea de reconfigurar las formas de interacción durante los eventos. Tras esto, la actriz y, me atrevo a decir, comediante, reaparece lanzando presentes que saca de una gran canasta, un ejemplo más de lo dadivoso que es el pueblo oaxaqueño. Invita a las y los presentes a bailar, quienes no se hacen del rogar y se entregan rápidamente a la alegre armonía que el ritmo de los músicos genera.
Desgraciadamente, hubo algunos problemas técnicos con el micrófono y algunas de las partes no se escuchan bien.
La obra teatral termina con una reflexión sobre el cambio al salir del lugar natal y cómo, al volver, su amada Salina Cruz ya solo vivía en sus recuerdos. Culpa a la refinería por afectar a la comunidad y al “chingado progreso”, pues a causa de este su familia tuvo que cambiar sus oficios y su visión de la vida. Esta comedia es, al mismo tiempo, una inteligente denuncia a los estragos que sufren muchas comunidades al interior de nuestro país en nombre de un avance tecnológico y económico cuyos beneficiarios jamás son los habitantes.
“Mi familia me ayudó a salir adelante para que yo un día pudiera hablar en un lugar como este de lo que habíamos perdido”, dice justo antes de la caída del telón y de su personaje, en un cierre tan sincero como conmovedor, pues, a pesar de todo, ella ha cumplido su sueño, ha llegado a los escenarios y se dedica a la actuación. Conmociona aún más saber que actualmente hay muchas más historias similares abandonadas al silencio; sin importar las denuncias, las autoridades responsables siguen sin tomar acciones para subsanar los problemas.
XHUNCA: Espectáculo teatro, música y cabaret del amor
Karen Daneida | Proyecto Salina Arte
23 de octubre de 2024
Teatro Cervantes