Cada año, el calendario de eventos en la Alhóndiga durante el Festival Internacional Cervantino suele estar lleno de música, mientras la danza y el teatro se guardan para otro tipo de recintos, muchos de ellos techados y de paga. Solo dos funciones permanecen anualmente: el Ballet Folklórico de Amalia Hernández y el Ballet Folklórico de la UG. Es por ello que me ha resultado tan grande en este año la presencia de una danza croata y una obra de teatro japonesa en el más famoso escenario del Cervantino.
El embajador japonés, junto con una comitiva, vino a ser testigo de esta puesta en escena nacida en Hiroshima y con el propósito de reforzar los lazos diplomáticos entre México y Japón, algo que quedó muy claro con su discurso al final del evento. Esta representación es una de las artes dramáticas más antiguas del país asiático; data del siglo XVII y es reconocida porque mezcla música y canto con teatro.
Inicia con música, un instrumento de viento, platillos y dos percusiones. El vestuario es impresionante, muy vistoso, aunque la escenografía, por otro lado, bastante austera. La utilería, en cambio, es casi rústica, pero ingeniosa: las telarañas que un personaje lanza son grandes listones que vuelan y las bocas de los dragones en la segunda historia están provistas de chispas.
La primera es la historia, Tsuchigumo, es sobre un rey muy enfermo que manda a buscar un curandero con su sirvienta. Cuando ella llega con él, este se la traga para tomar su forma y así envenenar al rey, matarlo y convertirse en él para dominar el reino. El plan fracasa y el enfermo manda a sus guardias seguir al curandero que huye herido.
Los combates en la historia son danzas preciosas que permiten el lucimiento del vestuario y los bailarines. Sus giros de alta velocidad y su equilibro, así como la sincronía de sus pasos, consiguen atrapar la vista de todo el público.
A manera de intermedio, aparece la proyección de un video que explica más sobre esta valiosa arte dramática. Se le conoce como Kagura y se caracteriza por representar historias mitológicas, mismas que ayudaban a arraigar y fortalecer la espiritualidad del pueblo nipón. Aunque se escenificaban en todo Japón, durante la invasión tras la Segunda Guerra Mundial se prohibió el montaje de este tipo de obras porque enraizaban eficazmente la cultura y la religión. Fue justo en Hiroshima donde la preocupación por rescatar la tradición los llevó a emplear nuevas temáticas tratando de mantener su esencia.
La segunda historia, Yamata no Orochi, involucra a varios dragones enormes y de perfecta confección que representan a un dios, mismo que devora a una chica ofertada en sacrificio. Un día, un poderoso brujo decide ponerle una trampa para emborracharlo y cortarle la cabeza. Tras una larga batalla de esplendorosa danza, lo logra, encendiendo una furia de luces, producto de los celulares de la audiencia, proyectadas hacia el escenario en busca de grabar o capturar la mejor toma.
La función termina con los últimos versos de la obra de teatro enunciados en español, algo que el público ovaciona complacido y comprueba el gran acierto que fue presentar este espectáculo de forma gratuita, pues la gente en este recinto también merece otras manifestaciones culturales y artísticas.
Tsuchigumo y Yamata no Orochi
Hiroshima Kagura
21 de octubre de 2024
Explanada de la Alhóndiga