Lady Oxxo Por: Manuel Almanza Avendaño

—¿Me das una recarga?
—¿De cuánto?… ¿Compañía?… ¿Está correcto?

Nunca he podido recordar todos los números. ¿Habrá alguien en la caja que se acuerde de todos? ¿Le pagarán un poco más por eso? ¿Hay alguien más a quien le importe?

Mmta, apenas son las seis.

—Dame unos rojos.
—¿No tiene cambio? ¿O un billete más chico?

Qué cura todo lo que ponen en las cajetillas: pulmones negros, bebés muertos, ratones. Podrían poner a un bebé con cara de rata, sus pulmones en llamas, mordiendo los huesos de la muerte, y aun así no van a dejar de fumar.

¡Chin!, se me olvidó el gafete. A ver si no me regaña la señora. Mejor así. Me caga que me hablen por mi nombre viejos que ni topo. Ni que fuéramos qué.

¿A quién se le ocurrió este uniforme? Ya sé, le preguntaron al dueño cuando tenía hambre, se le antojaban unos hot dogs de promo. ¿Qué colores quieres para tus empleados? Mmm, embárrenlos de rojo catsup y unos toques de mostaza.

—Oiga, ¿sabe dónde está la harina para hot cakes?
—En el pasillo del pan.

Ni modo que esté junto al detergente, mija. Me habló de usted, ¿a poco estoy tan ruca? Me caen gordas las morrillas que se te quedan viendo con cara de mamonas, como si te hicieran el favor. Su tonito muy muy. La neta estaba mejor a su edad. En la secu era de las que tenían más pegue. Una maestra me decía que era listilla. Que no la dejara, que tenía futuro…

—Va a ser otro veinticuatro y dos bolsas más de hielo.

Ay, ya me dio sed de la mala. Chance en la noche.

Ahí está el tecolín otra vez, bien grifo. Nomás no aprende, ya sabe que lo van a sacar. Siempre se roba lo mismo: sus churritos y su coca. No tiene mal corazón; también agarra un paquetito de croquetas pa’ la bola de perros que lo siguen a todos lados. ¿Quién manda a quién? Este arriesgándose a que se lo lleve la patrulla y lo tire por ahí, y estos huevones acostadotes en la sombrita.

Se han vuelto remañosos. La otra vez le quitaron el hot dog a un niño, ni lo había mordido. A lo mejor le hicieron un favor, estaba un poco marrano. Los perros dietéticos. Mi apá ocupa uno de esos, antes de que le corten las piernas por la diabetes.

No le voy a poner dedo. Más jodido no puede andar. Ni que el dueño se quedara en la calle porque le tumbaron cincuenta pesos.

Se me antojó una sopita de vaso. Con camaroncitos. Ja, me imagino que en el mundo de los camarones todos los hacían menos. Por enanos, por falsos. Y míralos ahora, todas unas estrellas, cualquiera se los puede llevar. Paseando muertos en la boca de quién sabe quién, nadando entre noodles, chícharos y zanahorias.

Los camarones que más se dejan querer, no como esos gigantes de restaurante. Deberían hacer mini comida de todo. Como pastillitas: te las comes en chinga y ya con eso tienes para el día. Chance es mala idea. Nos quitarían el descanso pa’ salir a comer.

—Dame unos condones.
—¿De cuáles?
—De los azules.

Está de buen ver el vato. La morra que jalaba aquí antes ya le hubiera tirado los perros. Estaba re loca. Me acuerdo cuando les decía: “Esos se sienten bien rico”. Ya no tenía que hacer nada más. Ahí mismo le pedían el celular. Yo no me animo, luego venían a esperarla a la salida güeyes que ni conocía.

—¡Cáite con la feria o aquí te carga la verga!
—Simón… no hay bronca… ahorita te la doy…
—¡Apúrate a la verga!
—Simón… tranquilo… no tienes que apuntarme… te voy a dar todo lo que hay…

No mames, ya van como cuatro este mes…

—¿Esto es todo? ¿Cómo chingados va a ser todo? ¡Saca todo, culera!
—Que es todo… mira la caja… hacen cortes… llévate cigarros, botellas, pa’ que las vendas… por mí llévate toda la pinche tienda, te la regalo… nomás aguas por si viene la placa…

Qué bueno que ya se fue…

Ahí va en chinga en la bicla. Y luego ni así los agarran. Pa’ mí que la fusca era de plástico, pero nunca se sabe. Ni sé pa’ qué se arriesga; los meten al bote por bien poquito. Hasta saco más de las propias que me doy…

Ya me quiero salir de este jale, pero como que no veo pa’ dónde…

Ojalá tuviera mi Only… vivir de mis fans… levantarme tarde…

—Quiero hacer un depósito.
—No hay sistema.

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