Las sonrisas del festival por Joan Carel

Cortesía FIC: Mayra Mope

Los días saben que es octubre, que la Luna debe agrandarse y el viento soplar su encanto transformador por las enredadas calles. La gente sabe que viene la celebración, aunque no lo sea para todos, aunque esa sea la intención expresa en el discurso de los gestores actuales.

A veces el espíritu de esta fiesta parece ser el de unos cuantos, cientos, quizá miles, pero al final de todo, unos cuantos, como las figuras gubernamentales y sus flamantes equipos, los comités institucionales, hasta la Guardia Nacional y un selecto grupo de artistas para amenizar este acto de palabras rimbombantes, del que, se supone, deberían ser los protagonistas.

El Festival Internacional Cervantino (FIC) parece tener vida propia desde su origen, pero dista mucho del que hablan los guanajuatenses de mayor edad en sus memorias, menos con la vorágine mediática y digital a la que hay que sumarse para aumentar el alcance, aunque… ¿es ahí a dónde debería llegar? ¿Y los que no tienen dispositivos ni internet para reservar sus boletos gratuitos?, ¿a los que no les avisaron del inicio de una fila virtual para el evento con mayor demanda?, ¿los que habitan la ciudad —mero escenario utilitario—, mas no han comprendido que la fiesta también es para ellos, que tienen el derecho de entrar?

Cortesía FIC: Carlos Alvar

Hace no mucho, las puertas de un recinto más grande —con una sección de honor para los invitados especiales, claro— se abrían al público para compartir el regocijo del ‘brindis’ por una edición más; ahora se transmite en vivo y así es suficiente. Quién diría que las columnas al interior del edificio donde, alguna vez, peones e insurgentes transitaron apesadumbrados, ahora enmarcaría un evento para élite que, irónicamente, da la bienvenida a una fiesta popular, con la prensa relegada a la orilla —porque así es esta chamba y de vez en cuando en el gremio también hay categorías—, poco después guiada para llenar las sillas de seres más prestigiosos que optaron por no llegar.

¿Quién ha mantenido con vida al FIC durante más de cinco décadas, sus gestores o ese pueblo —“de la gente”, se dice en este sexenio estatal— tan citado y al que, de vez en cuando como esta noche, se le permite ser artista de renombre, con un recibimiento amargo horas antes y con un nudo en la garganta por la tragedia que, en su tierra, sufren entre inundaciones muchos más. ¿Celebrar es el mejor acto de solidaridad? 

Desfilan modelos en las primeras filas y en el púlpito, sean hombres o mujeres, maniquíes sonrientes de altura y poderío, dictando discursos empeñosa y creativamente escritos —casi siempre por otros— para ensalzar su elocuencia y habilidad en la oratoria. 

Así se reconoce a quienes “piensan y engrandecen el espíritu”, aunque eso, en realidad, no siempre resulte cómodo ni grato, menos si se opone al pregón exitoso y entusiasta de las manos que firman las preseas. ¿Cuáles pensamientos son los que merecen ovación?

Petrona de la Cruz, en este “año de la mujer indígena”, es la dramaturga reconocida con la Presea Cervantina 2025; también Huemanzin Rodríguez como un homenaje in memoriam por su trayectoria en el periodismo cultural y en el FIC desde 1996. El “Periodista destacado” es Alfonso Ochoa por tres décadas de denuncia sobre lo que ha estado y sigue estando mal en Guanajuato capital, sin olvidar a Aurora Cárdenas, receptora de la Presea “Eugenio Trueba” por su generosa labor en la enseñanza musical.

Cortesía FIC: Mayra Mope

¿Qué es real y que es ficción en los rostros cervantinos?, ¿cuáles sonrisas vienen del corazón, de la creencia verdaderamente “convencida”?, ¿cuáles son meras palabras protocolarias, incongruentes con el lenguaje corporal? ¿La perspectiva sobre aquellos funcionarios cambiaría al trabajar bajo su mando, hombro a hombro?, ¿en serio es tan sencillo doblegar su orgullo ideológico para unirse en un mismo propósito, aunque sea evidente cómo cada bando procura el control y el protagonismo?, ¿la cultura ciertamente permite reconocerse, comprendernos?, ¿por qué al pueblo le sigue faltando si ella es capaz de arreglar todo lo fallido?

Al menos un par de voces se sienten auténticas, como la anfitriona universitaria que efectivamente se alegra por abrir las puertas de la “Colmena”, ofrecer su infraestructura y la disciplina de sus recursos humanos, pese a las carencias presupuestarias, aunque se le deje en segundo plano; tal vez porque esa es su esencia: así nació el FIC y así es su oferta cultural siempre, con o sin festival.

Igualmente genuina parece la voz de la academia representada por la embajadora de Reino Unido, con esa esperanza, por momentos ingenua, sobre la motivación y el impacto de estos esfuerzos, sobre la justicia y la sostenibilidad, la interculturalidad y la amistad per se, no solo cifras para alzarse el cuello o mero entretenimiento. 

¿Tierra libertaria?, ¿fiesta del espíritu? Promete el presídium un antes y un después luego de esta edición, aunque la riqueza cultural del estado invitado proviene de siglos de sometimiento, silencios obligados, explotación, pobreza y racismo, hoy aplaudidos con la etiqueta “espíritu de lucha y resistencia”, alma impetuosa que ha logrado mantenerse viva a toda costa.

Cortesía FIC: Gabriel Morales

Suenan las marimbas veracruzanas y los cuestionamientos se olvidan; la traviesa dulzura de las arpas pausa el trajín de la mente y un lecherito del Gran Café de la Parroquia despierta el optimismo conforme emerge el sonido de las lenguas indígenas, el son jarocho y el huapango con más de 160 artistas sobre el escenario. 

Niñas, niños y jóvenes de Amatlán, Zozocolco, Los Tuxtlas y Cosoleacaque, los Tríos Guardianes de la Huasteca y Cantores del Son, el Ensamble de Arpas “Andrés Huesca”, el Ensamble de Percusiones de Xalapa, Mono Blanco, Son de Madera y Caña Dulce Caña Brava inauguraron la quincuagésima tercera edición del FIC, que sumará 17 días con 140 funciones y 3 mil 458 artistas.

Como un golpe de realidad entre la felicidad del fandango, fue esa última agrupación, integrada por mujeres y encabezada por Adriana Cao Romero y Raquel Palacios Vega, quien dio espacio para sopesar los profundos y diarios pesares de esta sociedad, de las madres que buscan —a nombre de quienes, en lugar de preocuparse por sonreír para la foto o los reels de sus redes, deberían hacerlo por obligación constitucional— una fe perdida ante las ausencias, por la violencia impuesta como norma, entre tantos otros males ocultos bajo las fantasías gubernamentales y el esplendor de la verborrea. 

“Denle a mi madre este beso, también por consigna el rezo y el llanto por resistencia. (…) La libertad de vivir es la que defiendo; yo tengo mi propia voz, soy mía y soy valiente”, cantó Raquel.

Cortesía FIC: Carlos Alvar

INAUGURACIÓN | Fandango monumental
10 de octubre de 2025
Explanada de la Alhóndiga

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