De niñas, mi hermana y yo nos contábamos que habíamos soñado durante la noche. Aunque dormíamos en la misma habitación las horas nocturnas parecían separarnos más de lo que pensábamos porque, a las mañanas, tratábamos de recordar que nos había pasado o a dónde habíamos ido en el interior de nuestras cabezas y al fondo de nuestros párpados. A veces cuando no podíamos recordar decíamos que soñábamos “lo negro”. Y creo que para ambas eso significaba un espacio oscuro o una densa niebla o la nada. Creo que lo hacíamos porque sí nuestra separación ocurría efectivamente el relato volvía a unirnos en el mundo despierto. Junto a lo inconsistente y el absurdo, ya adultas, nos seguimos preguntando eso. Aun cuando habitamos en ciudades diferentes. Es como si, mágicamente, la poética de la ensoñación (nos) eliminara la distancia.
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Gabriela Cano (Guanajuato, 1988) estudió la Licenciatura en Letras Española en la Universidad de Guanajuato y la Maestría en Enseñanza de Estudios Literarios en la Universidad Autónoma de Querétaro. Se desempeña como profesora de Comunicación, Diseño Gráfico, Lectura, Redacción y Literatura. Ha publicado en revistas como Onomatopeya, Conspiración del Silencio y Hojas al Aire. Le interesa la escritura como un relato nosóstrico lleno cosas bellas y siniestras.
