¡Aguas, aguas! Ahí viene la ley.
Los gritos se escuchan de esquina a esquina
Las madres vuelan todas
Como queriéndole pegar a alguno
Pero a ninguno le atinan.
Piedras, palos y palomas
Se escuchan reventar
En los pobres techos de lámina
De las casas que flanquean la batalla.
¡Tu puta madre!
Insultos del bajo mundo
Se dicen mientras todos corren
De un lado para el otro,
Como jugando al robaqueso.
Primero van los de mi calle
Después los de la calle vecina
Un vaivén de cobardes,
Que se enfrentan a distancia.
¡Que te metas a la casa!
Grita una de las madres
Luego saca una pala,
Para arrimarle más piedras a su hijo.
¡Te van a pegar con una chingada!
Grita otra madre desesperada
Y corren despavoridos,
Llenos de miedo
Miedo de ser golpeados
Miedo de enfrentarse a las piedras
Miedo de agarrarse a puños
Con quienes fueron sus amigos.
Uno tira una pedrada y se esconde
Otro una mentada de madre,
¿A quién le dolió más?
¿Al descalabrado?
¿Al insultado?
¿O a la pobre anciana?
Se escuchan fuertes todos los ruidos
Ruidos de gritos
Ruidos de llanto
Ruidos de miedo, de las mujeres que corren
Ruidos de niños, que no van a la escuela
Que ya se sienten hombres,
Que le quitan a uno el sueño
Que nos invitan a salir,
A ver a quien se chingan.
¡Aguas, aguas! Ahí viene la ley.
Se escucha la advertencia de alguno,
Todos corren a esconderse
A los baldíos
A las casas
A los autos
A la tienda que sigue abierta,
Como jugando a las escondidas.
Y llega la tira
Y no les hace nada porque son unos críos.
Siguen siendo dos bandos
Uno de niños jugando a ser pandilleros
Y otro de hombres, jugando a ser policías
Que después salen corriendo,
Con su poder de ley metido entre las patas,
Hombres gordos que huyen
Con la güevonada pesándoles en el cuerpo.
Ayer amanecieron dos muertos
No aquí, pero bien cerquitas,
Con su poder de ley,
Cuajado por entre los agujeros ya fríos.
¡Aguas, aguas! Ahí viene la ley.
Dicen los niños jugando.