"Sólo la casualidad puede aparecer ante nosotros como un mensaje. Lo que ocurre necesariamente, lo esperado, lo que se repite todos los días, es mudo. Sólo la casualidad nos habla." -Milan Kundera
Esperé esa semana de vacaciones ansiosamente: tenía todo planeado, incluso el auto rentado, había comprado algo de comida para los primeros días y trazado una ruta, pero justo el día de partir, el plan se vino abajo. Con la frustración y las preguntas atascadas en mi garganta decidí que yo sola me bastaba para disfrutar a tope aquellos días de verano.
Seleccioné el primer punto a llegar y tomé rumbo hacia el Parque Nacional de Yosemite desde San Francisco, donde entonces vivía. Cada día, iba improvisando que hacer, donde dormir y permitiendo a la volatilidad de lo incontrolable, tomar control.
El asiento trasero es cómodo
Tocaron mi ventana y sentí la luz de la lámpara sobre mí. Pensé: ¡Damn it, lo sabía! 30 minutos antes un auto se había estacionado frente al mío justo cuando encendí la luz del interior. Por supuesto, yo también habría sospechado que alguien intentaba romper la regla #1 del campamento #4 de Yosemite: “Pasar la noche en el estacionamiento está estrictamente prohibido”. Lo que no hubiera hecho sería delatar al audaz con los guardabosques.
Antes de abrir la puerta del coche, mi mente comenzó a construir una historia que fuera creíble. La conversación se dio algo así:
Park Ranger: Hi, You know that you're not allowed to sleep in your car here, right?
Me: I know, I'm sorry. I was hiking the Upper Waterfall trail, and it took me longer than I thought.
Park Ranger: Are you alone? Where are you staying?
Aquí viene la mentira que se convertirá en realidad.
Me: I was supposed to meet my friends at Bridalveil Creek Campground this afternoon, but now, I don’t feel comfortable driving by night all the way up there.
Park Ranger: Oh! Ok…you can stay but… you need to leave first thing in the morning.
Me: I will, I promise. Thank you so much.
Tan pronto se fueron y acorde a sus indicaciones, me apresuré a proteger mi comida en un par de contenedores metálicos. No es la primera vez que algún oso se atreve a destrozar un automóvil con tal de disfrutar bocadillos nocturnos. Regresé al auto y preparé mi cama en el asiento de atrás. Era un espacio ajustado, me deslicé en la bolsa de dormir y me cubrí completamente con la manta, sentí el cansancio recorrer el cuerpo desde la punta de los pies hasta el último parpadeo antes de dormir, y entonces vi la silueta de un oso dibujarse en el lienzo oscuro que surge al cerrar los ojos.
Temprano, salí en búsqueda de un lugar para acampar sin imaginar que la historia que había contado los guardabosques se volvería realidad, encontré no sólo el campamento, pero nuevos amigos con quién compartir Yosemite.
Zac & Quiin
Manejé hasta el campamento Bridalveil Creek. En ese lugar rige la regla de “el que primero llega, se lo queda” no es necesario contar con reservación pero si con suerte. Puedes instalar tu casa de campaña o estacionar una casa rodante, en mi caso, no tenía ninguna de las dos, pretendía seguir durmiendo en el coche con la tranquilidad de estar en un lugar seguro. Había algunos espacios disponibles; pagué dos noches, comí un poco y tomé una larga siesta.
Más tarde bajé al valle a buscar las cascadas Vernal y Nevada. Durante una hora manejé dando vueltas intentando dar con el trail, la tarde iba cayendo y con ella mis esperanzas. Antes de rendirme, detuve el auto para tomar un respiro y vi a dos chicos estacionados junto a mí. —Quizá ellos sabrían algo. —Pensé.— Pronto supe que Zac y Quiin recién llegaban al Parque, que no tenían idea de la existencia de las cascadas y mucho menos donde dormirían esa noche. Sin pensarlo mucho, sólo atiné a preguntar:
Me: Hold on, do you have a tent?
Zac: Yes, we do. We have everything.
Me: Humm! Perfect… I have a camping spot for two nights!
Quiin: Are you serious?
Me: Yup. Mi ofrecimiento salió del alma
Zac: That's great, thank you… We should try to find those waterfalls then.
Y las encontramos, caminamos cuesta arriba sintiendo el rocío del agua salpicar nuestros rostros, contemplamos la puesta de sol y la luz cortando la periferia de las montañas del valle. Saludamos a otros caminantes, algunos llevaban horas en ruta, habían comenzado muy temprano en la mañana y ahora el día llegaba a su fin.
Durante las dos noches siguientes compartimos mi lugar en el campamento, nos embriagamos de conversaciones entre tragos de vino y tequila a la luz del fuego. Un venado nos acompañó, y al cobijo de las estrellas la amistad se forjó.
Por la mañana, preparábamos el desayuno, Zac cocinaba alguna receta copiosa mientras planeábamos el día y nos lanzábamos sonrisas torpes de complicidad. Estábamos felices de habernos encontrado, era sencillo convivir entre nosotros, natural. Disfrutabamos de andar por el bosque y caminar largas rutas, bajábamos al valle a nadar en el río y junto a Quiin escuchaba a Zac tocar su guitarra. En algún momento reconocí Let it happen de Tame Impala y sonreí ante la maravilla del azar cobrar vida frente a mi.
En pocas ocasiones he experimentado lo que sucedió aquel par de días, la conexión con la naturaleza es poderosa, fue el vínculo con las sorpresas de la coincidencia. Cada paso que hizo posible encontrar a estos dos fantásticos seres humanos se debió a la casualidad o como ellos dijeron: “It was meant to be”, pero comenzó con la decisión de atreverse a desafiar lo planeado, la soledad y navegar en las aguas del azar.