La genial idea de un libro de chistes por Manuel Roberto Ruvalcaba Rivera

Cuando impartía clases en la preparatoria “x” del pueblo “xx” llegué a pensar que sería yo  todo un “catedrático” en años posteriores; no fue así, de hecho hoy día ni clases doy, cuando mucho lástima y en algunas ocasiones ni eso. Acerca del cómo fue que aquel jovencito soñador con aspiraciones a intelectual se derrumbó, basta decir que comencé a leer más las etiquetas de las botellas de licor que las contraportadas de los libros; hoy en día, aún lo hago, lo de las etiquetas. Sin embargo sigo teniendo buenas ideas, buenísimas diría yo, entre ellas, se encuentra la de escribir un libro de chistes, ¡oh sí la genial idea de un libro de chistes!

Considerando la actual situación donde abundan novelistas, cuentistas, ensayistas y uno que otro chantajista de las letras, creo necesario comenzar a elaborar el género del chiste más allá de la comedia humorística tan llena de complejidades y estructuras adyacentes que alejan a los aprendices de este “arte” por considerarlo vano, absurdo y  poco creíble en la carrera de un escritor respetado, y por otra parte destinado únicamente según se cree, a personas con cierta capacidad en el manejo de las letras y mucho ingenio y creatividad. Debe ser pues, el género del chiste el que permita crear libros dignos de competir en cualquier certamen, porque no en un futuro hasta poder alcanzar “un nobel de literatura” con un libro de chistes. Analizándolo a profundidad, dígame, ¿no es verdad que un buen chiste aporta su grano de arena a la paz mundial? Ahora entonces porque no darle su adecuado y correspondiente lugar en la historia de la humanidad.  Sería fantástico tener trilogías al más puro estilo de J.K. Rowling,  con sus Harry’s, pero en chistes. No hablo de “manuales”, como esos que tenemos de cocina, o de bebidas para toda ocasión, no señor, ni de clasificar en: “chistes para velorios”, o chistes de sobremesa, o “chistes para cuando el coito salga mal” claro que no, pienso y creo en la dignificación del chiste como un arte del ingenio y la perspicacia, del momento oportuno en la colectividad que une los hilos del humor hasta provocar la más sonora de las carcajadas y que luego como es tradición en la chistografía, pase éste a ser del dominio público para perpetuar su existencia. En este sentido quedan descartados los chistes de políticos, primero porque tienen una caducidad determinada por el tiempo del cargo del personaje en cuestión, segundo porque sus protagonistas son tan hábiles, que más allá de permitir la risa inocente y espontánea, son capaces de usar “el chiste” para su beneficio personal propagandístico, robando de las manos del pueblo –tal como acostumbran los políticos- ese poco aire libertario de poder burlarse del susodicho.

El chiste pues, deberá ser un género literario comprendido en las definiciones y podría incluirse como parte de los planes de estudio, aprovechando la ocasión con eso de la “reforma educativa” que para muchos es puro chiste. De esta manera avizoro el futuro y contumaz éxito para mi  libro de chistes, ahora solo falta escribirlo, pero ya será más adelante,  pues por lo pronto tengo que ir a trabajar, que dios me hizo ingenioso y divertido pero pobre, ya habrá tiempo más delante de “soltar la pluma” para comenzar la carcajienta empresa, así que “despacio que voy de prisa” o como diría el pachuco Tin-Tan:  “Calmantes montes alicantes pintos, aracuanes volantes, por que lo de elefantes ya está muy choteado”

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