VIII. S. por Luz Atenas Méndez Mendoza

Antes del anochecer se encontraron en el Aeropuerto Internacional McCarran, cada uno con sus maletas, en silencio. No cruzaron palabra, como si de un funeral se tratara. En cierto sentido habían encadenado su voluntad a los designios del destino y, por consiguiente, se encontraban pensando seriamente en lo que estaban haciendo. Hubo ayuda, sí, para las cargas que no podían en el momento requerido, pero era algo que no se decía. Era como si de dos extraños se tratase, intentando solucionar un problema que ellos no habían provocado; sin embargo, viajaban juntos, y eso no podían cambiarlo.

 

Landon volteaba de repente a ver el cabello rubio de Ashley por encima del hombro, quien pese a ser mujer se acercaba en estatura a él; probablemente medía 1.75 m., dado el hecho de que la estatura de él era (al menos, la última vez que había ido a la clínica) de 1.83 m., y con la nueva información no dudaba que fuera algo “de familia”. Se mordía los labios de repente, así como la uña del dedo pulgar, como un signo de nerviosismo. Regresaba por decisión propia, un poco influenciado por el hecho de haber cruzado caminos con su hermana menor, de quien no tenía noción hasta hace poco. Ignoraba cómo estaría todo de regreso en “la casa”, porque había dejado de ser su casa hacía mucho tiempo. Ya no recordaba ya última vez que había paseado por los pasillos, buscando los huevos de Pascua que dejaban normalmente sólo en los pasillos debido a que sus padres siempre habían querido una casa grande, pero no habían previsto que eso estorbaría en las festividades y en la propia relación de sus habitantes con el paso del tiempo.

 

Tomó asiento y la asafata le entregó un menú con lo que se serviría durante el vuelo, así como con lo que estaba dispuesto en caso de requerirlo; detalles del servicio de la aerolínea, recomendada y elegida por Eric, decisión respaldada por Ashley. Observó a través de la ventana por última vez antes de acomodarse en su asiento para observar a las asafatas dar las instrucciones pertinentes. Se dispuso a ignorar el sonido de los vídeos que se proyectaban con las intrucciones en las pantallas frente a cada asiento, enfocándose en la presentación de las asafatas ahí representadas: mujeres jóvenes y atractivas, curvilíneas, con labios rojos como la sangre y ojos grandes (probablemente gracias al maquillaje), las cuales efectuaban una coreografía para abrochar los cinturones, indicar las salidas de emergencia, etc.

 

—Estaremos en Londres dentro de 11 horas. Probablemente deberías dormir un poco— comentó Eric, sentado a su lado, mientras tomaba en sus manos los auriculares que vienen siempre en las aerolíneas para uso personal.

—No lo sé…— comentó Landon, llevando la mirada más allá de Eric. Al otro lado del pasillo estaba Ashley sentada, buscando algo en su bolso de mano —Hacía unos días no sabía de su existencia y ahora resulta que tú la conoces perfectamente.

—No del todo, aunque me halagas— comentó Eric, esbozando una gran sonrisa y fijando la mirada en Landon —. Tuvimos historia, es todo.

—¿Y por qué la ayudas?— preguntó Landon, observando inquisitoriamente a Eric.

—Se lo prometí. No soy de olvidar las deudas— giró la mirada hacia Ashley, soltando un gran suspiro y regresando los ojos de nuevo hacia Landon —, además, eres mi paciente. Merecías saber la verdad. Así como ella. ¿No lo crees?

 

El piloto indicó el despegue en seguida. Todos debían permanecer en sus asientos, con los cinturones puestos hasta que se indicara, algo que no tardó demasiado. En cuanto fue posible, Eric se desabrochó el cinturón, acomodando los auriculares en cada una de sus orejas. Landon observó con cuidado las facciones de Eric: era un hombre mayor que él, eso era seguro, aunque no lo necesario para llamarlo “viejo”; a lo mucho, tal vez, calculaba que andaría en los 35. Pensándolo bien, jamás se había puesto a pensar en la historia detrás de ese Médico de Las Vegas que había llegado una noche al bar para ofrecerle un tratamiento; pensó en ello nuevamente: Eric lo había buscado. Bajó el mentón un poco, mirando hacia la ventana nuevamente, encajando información de uno y otro lado; en seguida volvió de nuevo la mirada hacia Eric, quien estaba observando el menú con los auriculares conectados a la pantalla que estaba frente a él.

 

Landon prefirió no molestarlo en ese momento, pero comprendía que todo había sido maquinado por Eric, quien compartía ese viaje con él y Ashley; ¿qué clase de historia tendría con ella y por qué la promesa de ayudarle a encontrarlo? No lo sabía, pero intuía que había algo más que “buena amistad” entre ellos dos. De hecho, de haber amistad en absoluto, Ashley habría elegido el asiento al lado de Eric, en el cual estaba sentado otro hombre con un jersey deportivo, probablemente de su edad, y unos pantalones de mezclilla; aquél individuo no mostraba la más mínima decencia cuando pasaban las asafatas, quienes aunque no se vieran jóvenes como en el video, tal vez tendrían la misma edad de Eric, además de que era notorio que ponían atención y cuidado en sí mismas. Podrían pasar por norteamericanas si no fuera por la barbilla, o la nariz, o los ojos grises, o…

 

Repentinamente, Ashley se levantó de su asiento y caminó hacia donde se ubicaban los sanitarios, como si sólo hubiera estado esperando el despegue para levantarse. Eric la ignoró, y ella a él, cosa que Landon notó, sobre todo porque el joven con jersey parecía lobo de cacería: era como si el olor femenino lo atrajera instantáneamente y a él no le importase mostrarlo. Por un momento, Landon se sintió aliviado de no viajar al lado de tal persona.

 

La asafata pasó, asiento por asiento, preguntando qué iba a comer cada pasajero, saltándose el asiento de Ashley quien aún no regresaba del sanitario. Cuando estaba dejando lo que habían pedido el joven del jersey, Eric y Landon, Ashley se topó con el carrito de comida; la mujer, amablemente, le preguntó si tenía hambre, a lo que Ashley asintió y pidió algo, ambas hablando con el acento inglés, algo que para Landon ya no era signo de identidad propia: hacía bastante tiempo que no se consideraba inglés, sino norteamericano, y todo porque la familia lo había orillado a ello; Ashley, por otro lado, parecía cómoda de sacar a relucir el acento inglés, como si de algo de orgullo se tratase. En cuanto se sentó, la asafata la atendió en lo necesario para después continuar con su labor. Nada de esto había escapado a la atención de Landon.

 

—Bonito acento, ¿cierto?— preguntó Eric, observando la pantalla, aún con los auriculares puestos.

—Hombre, ¿no se supone que debías estar escuchando lo que sea que estés viendo en esa pantallita de mierda?— preguntó Landon, observando la bandeja con comida que estaba frente a él.

—No puedo evitar estar al pendiente, es todo— Eric observó a Landon mientras abría los pequeños recipientes de comida —. Además, no quiero que me molesten con preguntas absurdas— ante esto, Landon volteó a verlo seriamente, empero Eric giró los ojos hacia la izquierda, indicando que no quería que el tipo del jersey lo molestara.

—Comprendo— Landon siguió en sus asuntos.

—Me pregunto si tú también tienes ese acento— comentó Eric, soltando una breve risa en seguida.

—¿Para qué quieres saberlo? ¿Te prende eso?— Landon tomó un recipiente con ula mano siniestra y el tenedor con la diestra.

—Podrías preguntarle a tu hermana, parece que se llevan muy bien ustedes dos, ¿no?— respondió Eric, intentando herir si no en el orgullo, en otro punto débil, comentario que complementaba con una sonrisa, tal vez para enfurecer más a su interlocutor.

 

Landon solamente le observó en silencio mientras masticaba su comida. Podría haberle escupido o responder con golpes; también, al menos, le habría gustado aventarlo hacia el tipo del jersey, antes de atacarlos a ambos, porque el otro engendro le disgustaba, sólo por el mero hecho de existir. Pero sólo lo observó, en silencio, porque sabía que detrás del sarcasmo de Eric había una gran verdad: él y su hermana eran dos extraños atados por y a una familia que a ambos los había despreciado a su manera. Tal vez sólo eso compartían pero no podría preguntarle nada a Ashley al menos hasta descender del avión. Probablemente era lo mejor: esperar a que todo el impacto de “somos hermanos” se calmara, dejar atrás el hecho de que él había intentado huir y, finalmente, había sido alcanzado. No por ella, sino por él.

 

—Le preguntaré lo necesario cuando descendamos del avión— espetó Landon —, por el momento creo que tú y tu maldito sarcasmo se pueden ir buscando a alguien que lo aguante, como el tipo a tu lado— tomó otro bocado. Eric no dijo palabra alguna, limitado a observar a Landon, quien prosiguió —Tal vez fue un error que vinieras.

—¿Y dejarte toda la diversión?— Eric sonrió, manteniendo ambas manos cercanas a la bandeja con comida, una a cada lado —Tal vez tú no requieras cuidado, y la verdad no me interesas más que para continuar con tu tratamiento, con los estudios que te hacemos y con lo que hemos estado obteniendo de ello, pero ella es tema aparte— dijo, girando la cabeza hacia donde estaba Ashley, quien estaba comiendo, y luego volvió a ver a Landon —; te digo: le hice una promesa, y no soy del tipo de hombre que falta a ellas. Si eso te rompe las bolas, bien por mí, pero prefiero cuidarla mientras dure este viaje sólo porque tú vienes también. Para ella era tan sencillo regresar y decir que no te había encontrado… Pero ya la has visto…— Eric tragó saliva al tiempo en que su semblante cambiaba —Quiere arreglar algo que yo sé que no puede, sólo que no está en mí detenerla. Debe aprenderlo sola, y ni tú ni yo podemos hacerla cambiar de opinión. Hay algo que ella no sabe, y ese algo lo sabes tú, y me cercioraré de que se lo digas a su tiempo, porque si no, te prometo que será algo más que las bolas lo que se va a romper en tu lindo cuerpecito, ¿entiendes?

 

Landon jamás había visto a Eric reaccionar así: el tono de voz era duro y seguro, además de que sus ojos sostenían la mirada de Landon, por mucho que él los apartara; podría haber contado los segundos que eso duró, pero buscó distraerse sin éxito. Sus manos eran puños ahora, además de que sólo hasta el final tomó aire. Acto seguido, Eric se limitó a abrir la botella pequeña de vino que había pedido y vertió un poco del contenido en un pequeño vaso de plástico que le habían dado. Volvió la mirada hacia Landon, sosteniendo el vasito en la mano siniestra.

 

—Salud… Y provecho.

Historia Anterior

Del por qué “Coco” es una película 100% mexicana por Karla Aguilera

Siguiente Historia

Cobertura FIC 2017 por Beto Casta