¡Oh Dios mío! Tú que sólo ves sombras, pero nunca te pierdes, hazme llegar seguro a casa en este mundo sobrado de lugares desconocidos y peligrosos.
¡Oh Dios Bendito! Tú que andas a tientas como nosotros los mortales y por lo mismo nos tocas a diario con tu pulso preciso y certero, haz que no tropiece hasta que llegue con mi familia al final del día.
¡Señor mío! Tú que no escuchas mi ruego, pero intuyes de mi llanto y de mis gestos lo mucho que te necesito, ¡no me desampares!
¡Oh Creador santísimo! Tú que me acompañas en mi sordera cotidiana abrázame para que ambos sepamos que nos tenemos el uno al otro.
¡Querida Providencia! Tú que cojeas, pero nunca llegas tarde a tu destino, permíteme llegar seguro al mío.
Dios de los marginados y de los maldecidos, no nos prives de tu intervención, no permitas que nos perdamos en una ciudad que no está hecha para nosotros, no nos dejes a nuestra suerte en una tierra donde nuestro pueblo nos ha dado la espalda.
Amado entre los amados, Privado de entre los privados, no te adoramos porque todo lo puedas, no te alabamos porque la muerte sea para Ti un mal chiste ¡Nada de eso! Te queremos porque no eres tan pomposamente divino, ¡No!, te amamos porque sabes lo que es tener ojos y no poder ver, te seguimos porque sabes lo que es tener oídos y sólo escuchar silencio, te oramos porque sabes en qué consiste nuestro sufrimiento, te buscamos porque sabemos que estás aquí y no en un trono allá en los cielos, te amamos porque sabes que el amor es una ciega empatía.
Fotografo: Luis Antonio Santiago Fabián (tonysntgo)