Me dice palabras secretas, palabras perversas que sollozan por una caricia… Me lanza miradas recelosas y asesinas, derrama ternura y sonetos jamás ideados por los poetas. No se proclama como la primera, no se tacha a sí misma como la hija de la santa providencia, no es decoro ni amnistía, no tiemblan sus piernas del miedo … ¡no! más bien son señal del sismo imprevisto que surgió, como alarma, para avisar que un foráneo está próximo a tomar visa en su geografía.
No son las caderas pronunciadas, no son los glúteos definidos, no son los pechos disidentes, ni siquiera la sonrisa vertical con la que condena mis fuerzas al vaivén de su desenfado. ¡Son las letras! ¡Por Dios! son las consonantes que me deletrean como uñas arañando mi espalda, son las comas y los puntos suspensivos… son los diptongos y las onomatopeyas.
¡Boom!… ¡Pum!… ¡Splash! Es un orgasmo grave, es una melancolía repleta de sinónimos y antónimos que me comparte a través de la modalidad de su acción, es decir un “podría”, un “debiera” y sobre todo un “quisiera”.
Es una canción aguda que me dice entre dientes no te vayas. Es una táctica esdrújula que presupone mi perdición ante la utopía caminante de Eduardo Galeano. Es un desnúdame, es un desdúdame… Es un desletramiento completo de mi vocabulario que se somete complacido a la gramática de su cintura.
Es la condición sine qua non para que mi alma se desvirtúe en un gilipolla como Bukowski, en un poeta incomprendido como Rimbaud, en la falta y en la ausencia que es sentirse al abismo de su respiración…
Y es que tengo una ella más que atravesada en la garganta, atravesada en aquel rincón profundo al cual los juglares apodaron corazón.
Fotógrafo: Luis Antonio Santiago Fabián (tonysntgo)