Cuanto envidio a la gente estable. Envidio sus desiciones, pues pueden durar toda la vida. Pueden hacer las mismas cosas una y otra vez sin conocer la palabra monotonía. Envidio sus fotos saliendo a comer a los mismos lugares, los mismos días, a la misma hora y con la misma gente. Envidio que no pongan en juicio los patrones y conductas que heredaron, pues juzgar es desestabilizar y esa palabra no entra en su diccionario.
Cuanto envidio que sus aspiraciones sean casarse, tener hijos y trabajar 30 años detrás de un escritorio para, después de educar como ellos fueron educados, puedan retirarse a los sesenta y andar en pantuflas viendo televisión. Cuanto envidio la estabilidad de las personas que compran ese modelo de vida que viene empaquetado y listo para consumir en varias versiones personalizables a su antojo.
¿Pero qué pasa si mi modelo de vida no está en el aparador? Nos voltean a ver extraño por no seguir lo que nos dijeron que siguieramos, por buscar nuevos esquemas y parámetros para desafiar los establecidos. Aunque, en algún momento, llega un vendedor con un traje gris que le queda enorme y trata de vendernos de nuevo un paquete a la medida (que ellos quieren).
Que envidia ser estable.
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Oscar Mata
Soy diseñador en la ciudad de Querétaro que a veces escribe. Creo que en el doble mecanismo de la realidad y trato de reflejar en mis textos todo aquello que a veces nos es difícil explicar como ejercicio de instrospección creativa.
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