No pense tornar a veure't mai més, No pense tornar mai més a aquell bar, se repetía una y otra vez antes de dormir.
Eva se sentía devastada. Ella siempre había pensado que estas cosas debían fluir, ser fáciles, pero este juego de idas y venidas se había convertido en una partida de pinball, donde Max era una canica que detonaba todos los huecos del cerebro de Eva.
No podía dormir, se levantó de la cama a las 5:00am y sin desayunar se fue a la estación de autobuses a tomar el primer auto que fuera a la playa. Durante el viaje durmió un rato. Al llegar y abrir los ojos vio el mar entero ante sí y como si se tratara de una gran ola de heroína la playa calmó los nervios de Eva.
No llevaba mochila y una vez en la arena se fue quitando una a una todas sus prendas de ropa. La chaqueta grande que le había regalado su mejor amigo de Chile, el lazo del pelo, las botas, los jeans, la blusa amarilla, su sujetador viejo y sus braguitas negras. Desnuda se sintió mejor, puso a Cat Power en el móvil, subió el volumen y bailó desnuda sobre la arena como si fuera hija de aves de vuelos lejanos. En su cabeza todo comenzaba a rodar de nuevo sintiéndose poderosa como una diosa. Fijó su mirada en el mar, contó hasta diez y corrió saltando las olas de la orilla hasta sumergir todo su cuerpo desnudo bajo el mar. -¡Dios santo, qué frío! ¡Wow! ¡Auh! ¡Auh! Eva sintió los primeros rayos de sol de la mañana penetrando su piel erizada, su lengua estaba llena de sal, sus oídos bailaban a Chan Marshall. Eva se sentía valiente y no le importaba nada, su sangre había pasado de ser plomo a estar compuesta de pluma y opio.