VIDA, MUERTE, PASIÓN, SUFRIMIENTO… TEATRO por Carlos Pérez

Es un día común, al menos en lo que respecta a una semana repleta de exámenes, tareas y demás trabajos que entregar, la palabra “arte” escapa de la boca de muchos últimamente, al menos dentro de mi contexto estudiantil, es cierto es algo de lo que debo nutrirme más.  Aún es temprano y como si lo estuviese esperando, se nos informa de propia mano de Alberto, que asistiremos a las 3:45 pm a un lugar, algo con respecto a alguna obra, o grupo que hace teatro, el punto de reunión es un lugar llamado “el Hospitalito”. Muerte, tristeza, son algunas de las palabras que emanan de la boca de Alberto en contestación a mi profunda duda acerca de qué será lo que en aquel lugar encontraremos el día de hoy. Bueno, es el momento, y con la mente abierta espero al resto del equipo para acercarnos a aquel lugar, entramos a una estrecha calle, que alberga la más pura esencia del corazón irapuatense, en donde a escasos metros de la intersección nos hayamos con aquel lugar, pero solo una pequeña puerta nos priva del conocer lo fantástico, lo sensato, lo extraño y lo interesante que aquella gente está dispuesta a ofrecer. “Tonatiuh” es lo escrito a pocos centímetros sobre aquella doble puerta blanca, dios del sol, por lo que alguna vez he leído, al permitirnos la entrada, de inmediato y como si natural fuese, veo hacia todos y cada uno de los rincones de aquel lugar, rústico, es un bello lugar con en su mayoría muros blancos que albergan a un par de obras del mismo color, de la cuales resaltan como si escapar quisieran, algunas figuras de objetos tan simples, pero tan complejos ante mi aprecio poco ejercitado en aquel ámbito, bien, no tardo en darme cuenta de la presencia de dos personas, sentadas en la comodidad de la primer habitación que nos recibe con aquella cálida y acogedora bienvenida, tal parece que nos esperaban, pues procedemos a entrar a través de un amplio y destechado pacillo en donde Tiziano nos recibe, vaya nombre para un pero, pero ¡Vamos! El arte se huele en cada espacio de aquel lugar, y se manifiesta a través de sensaciones de tranquilidad a cada paso dentro de aquel bello lugar, “25° Festival internacional de teatro universitario” escrito con letras blancas, en la playera contrastante de Andrei, que nos guía a través de una escalera de altos escalones, a una habitación en donde la magia ocurre, no tardo en percatarme de la peculiar decoración en los muros de aquel lugar, cuadros de tela encimados uno sobre otro con distintos tamaños recubriendo el espacio no ocupado por fotografías de los propios integrantes del grupo, justo a la derecha, tras dejar abajo el último escalón, un muro nos recibe, con poco espacio visible de él en sí, ocupado casi en su totalidad por un sinfín de posters con nombres e imágenes de obras, entre los que mis ojos se decantan al ver el nombre de Julio Cortázar, pero bien, el espacio reducido entre ese muro y yo, me obliga a voltear al otro lado, ventanas, un par de habitaciones, un balcón y la serenidad inmersa en ese lugar me hacen sentirlo acogedor, entre lo que veo en esa habitación, hay un mundo de sorpresas, vestuario acompañado de mil historias que contar, luces y demás equipo apto para generar tensión en el ambiente, todo fabricado con latas, y otros materiales que muestran la más cruda e interesante imagen del reúso, la simpleza del lugar me atrapa, y comparte esa nostalgia que ahí vive, como si tocase en mí algún punto bello de mi pasado. Tras unos minutos, después de tener el gusto de apreciar detenidamente el lugar, nos enfocamos en conocer un poco acerca del contexto dentro del que hemos decidido empaparnos, por lo que nos tomamos el tiempo de una charla, disfrazada en el concepto de entrevista con Andrei, quien ahí nos ha recibido con los brazos abiertos, es en aquel momento donde resume con un “todo” nuestra petición de saber lo que para él significa el poder hacer teatro, el ser teatro, por lo que es fácil notar en el desvío de su mirada, cierta pasión que escapa a gritos al pensar en lo que ama, lo que lo salva, lo que lo sana.

“Aún falta mucho interés de parte de las personas aquí en Irapuato hacia esto que es arte” Son las palabras que él nos comparte seguido de un gesto de confianza, ya que él apuesta hacia el crecimiento del teatro y otros artes en el municipio.

Tuvimos la oportunidad de apreciar un fragmento de lo que hacen en aquel lugar, en donde aproximadamente 20 personas entre ellos niños, adultos y jóvenes, jugaban un papel importante dentro de aquella comunidad. Comenzaban con calentamientos, acompañados de risas, humor, trabajo en equipo, sincronía y saltos. La libertad de movimiento, confianza y hermandad inundaban aquel mítico lugar. Alguien dijo “Háganlo lo mejor posible, con un chingo de energía” y todo comenzó. Un ambiente extraño se formaba exponencialmente en la pequeña habitación, en donde efectivamente, la muerte, el sufrimiento, la locura, la incertidumbre y el dolor, conjuntaban el protagonismo de lo que tenían que contar, cuerpos retorcidos y resucitados,  expresiones llenas de temor, tristeza, realismo y voces increíbles rebotaban en los muros, logrando en mí un estremecimiento profundo, que hacía temblar mis huesos, era como si efectivamente fuese yo quien vivía en esa pesadilla llena de confusión y miedo arraigado al alma, contuve un par de lágrimas que pretendían ser motivo de la intensa explosión de sentimientos decantados hacia el más grotesco lado de la balanza, violación, golpes, heridas, llanto y gritos de desesperación y locura hacían imposible el no pensar en la insignificancia del ser humano en el inmenso desastre que ha construido con arduo e impaciente esfuerzo.

Es verdad, me retiro de aquel lugar antes de tiempo por cuestiones ridículamente personales sin antes estrechar la mano de Andrei y ofrecer mis más sinceras gratificaciones por haberme permitido aquel día, el escuchar un poco acerca del teatro y ver la práctica de este en una obra que de nombre lleva “errantes”. ¿Quién lo diría?, no imaginé verme tan sujeto desde el interior por la mera interpretación de algo que siempre he considerado surreal, pero, lo que sentía al escuchar sus expresiones, ver sus rostros y sentir la vibración en el fondo de mi ser, fue real, juro que lo fue.

Procedí a recorrer las escaleras de aquel lugar, seguido de los pasillos en donde acaricio ligeramente a Tiziano en gesto de despedida, para entonces caminar por aquella estrecha calle acompañado del pensamiento generado en mí tras la exposición a aquel ambiente tan estimulador, intimidante y abrazador.    

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