El fin de semana fue de locos. Hoy, lunes, puedo decir que hubo pequeñas explosiones, indignación, cosificación, y bueno, creo que ya todos sabemos ahora sobre el suicidio de Armando Vega Gil.
He estado dándole vueltas a todo lo que ha sucedido desde la mañana y ahora, no sé si por hastío o por asco, me ha dado por escribir. Tal vez no sea algo grande, pero no quisiera que quedara como una lucha sin sentido, porque probablemente la copa ya se llenó y está goteando, porque podemos decir que ya es demasiado y que, ahora, en estos momentos, me da vergüenza pensar en que se haga eso.
Durante el fin de semana, debo decir, estuve viendo una serie de cosas en internet a las cuales todos estamos expuestos con facilidad; sin embargo, me llamó la atención el hecho de que uno de mis contactos pusiera un mensaje donde exponía abiertamente que él no había nunca incurrido en conductas indecentes hacia alguien. Claro, la mente es chismosa de repente, pero me llamó más la atención debido al hecho de que esta persona, en específico, cuenta con el apoyo de varias personas y, hasta donde he sabido, no es capaz de ese tipo de conductas. Aclaro, hasta donde yo sé. Tampoco es para que el lector se ponga a pensar en algo como “bueno, tú no, pero qué tal las demás o los demás, tú no sabes”. Y lo aclaro porque sé bien que yo no puedo hablar de manera general en este caso, sino desde un punto de vista personal y quizás demasiado subjetivo para necesitar sacarlo de mi sistema por medio de la escritura.
Pero, regresando al tema, a partir de eso me puse a buscar por qué hablaba de eso, qué tenía que ver, no sé si era en realidad porque no me había tomado el tiempo de seguir las tendencias en hashtags o en las redes sociales, en general; soy de las que comparten memes a lo pendejo, como si no hubiera mañana, así que no sigo mucho algunas cosas. Si el lector entrara a mi perfil de fb me odiaría.
Cuando comencé a leer, me topé con una cuenta que figuraba en Twitter como “Yo también fui acosada UAZ”, con dirección terminando como el título del presente texto; en sus tweets figuraban los nombres de conocidos y desconocidos, narrando cómo las personas ahí señaladas habían aprovechado una situación de ventaja para poder hacer y deshacer con algunos estudiantes, en su mayoría mujeres, durante su paso por la Universidad. Claro, había algunas de maestras a alumnos varones, y otras de alumnos a alumnas, pero en su mayoría eran de maestros a alumnas.
Para esto, hará cosa de unos seis días que se decía que eran sólo rumores, resultado del movimiento #MeToo o #YoTambien que circula en redes sociales todavía hoy.
Y, pues bueno, resulta que no eran sólo rumores. Varios de los casos detallaban con detalle algunos acontecimientos en los cuales había concordancias y, aunque verse todo Law & Order SVU no nos convierte en detectives, por un poco de lógica uno llega a pensar en que no puede ser una simple coincidencia.
Pero, regresaré al hilo de la historia.
La cuenta que compartía todo esto lo hacía mediante captura de pantalla de los mensajes que las chicas universitarias estaban mandando, esperanzadas a que se diera a conocer aquello de lo que fueron testigos o en lo que se vieron involucradas, algunas hace ya varios años. No es mentira si les digo que me puse a leer todo lo que ponían ahí, una por una, mientras lo comentaba con quienes me rodeaban en el momento; me invadía la náusea en ocasiones, por el hecho de pensar en que todo aquello había pasado dentro de la Casa de Estudios que yo consideraba como una de las mejores, aunque a veces los rankings no dijeran lo mismo. Será que tengo mucho cariño por mi carrera, por el conocimiento ahí obtenido y por la mayoría de los docentes que he conocido (sí, bueno, uno se puede llevar bien con todo mundo, aunque quiera). Sin embargo, ahora no veía esa Universidad que muchos hemos defendido con orgullo, de hecho gritando el “Orgullosamente UAZ” a donde vayamos. No, no era esa Universidad.
Era un recinto que había permitido el acoso hacia sus integrantes, donde todo lo que se dice sobre el tema pasa de generación en generación, algunos como “secretos a voces” y otros como “sabiduría popular para no morir durante tu carrera”; se había convertido, para algunos, en un lugar de caza, mientras que para otros era un reino en el cual podían hacer y deshacer a voluntad sólo por tener un grado de poder.
En lo personal, debo decir, me han tocado miradas lascivas acaso, aunque también podría argumentar que tal vez no era así porque no considero encajar en un estereotipo de belleza ortodoxa, más bien me considero un bicho raro nacido en un cuerpo equivocado, aunque, como toda mexicana, diré que si me arreglo sí vengo levantando alguna que otra mirada, tal vez sólo por satisfacer mi ego mientras escribo esto.
Y, como divago mucho, perdón amigo lector, regreso al tema.
Hoy, me imagino que alrededor del medio día, la cuenta en cuestión comenzó a twitear que le habían descubierto, que sabían quién era y que habían hablado con ella; luego, otro tuit decía que había llegado a un acuerdo con el Director de su Unidad Académica donde no se tomarían represalias siempre y cuando eliminara el perfil de Twitter. Finalmente, ignoro la hora exacta, pero intuyo que fue durante la tarde, la cuenta dejó de existir. Revisé una y otra vez, sin éxito alguno, decepcionada un poco en mis adentros.
Creo que por eso escribo esto; en cierto sentido, la decepción que me invadió fue enorme. Seguimos siento hormigas ante pulgares grandes, lastimosamente, y de ellos depende si salimos del mantel y huimos exitosamente o si morimos aplastados. No sé quién haya sido, pero creí que las Autoridades, las verdaderas, bueno, al menos las que andan hasta arriba de esa jerarquía académica, lo tomarían en serio, pero no lo sé. Me da un poco de miedo preguntar, no vaya siendo que me digan que qué me importa, cuando sé que familiares, amigas, primas, sobrinas, etc., están estudiando ahí. Amigas que he hecho, docentes a quienes admiro, que estudian o trabajan ahí. Y que tal vez no lo sabían, o quizás sólo no quisieron meterse, pero que igualmente son mujeres y que están allí dentro, sin saber si se les tomará en serio o no. Sin saber que, en caso de que algo ocurra (que no lo deseo), serán apoyadas en lo necesario. Sólo sé que yo las apoyaría, aunque carezco de algún poder realmente para hacer algo. Lo único que tengo es esta oportunidad de escribir sobre una cuenta de Twitter que duró unos cuantos días en el ciberespacio, una que ofreció una voz y una alernativa para la desigualdad y la vergüenza que siente uno cuando es acosado, violentado, violado, humillado, porque se llega a creer que no es “la gran cosa”, porque la historia del país nos ha enseñado que “no pasa nada” y que “nunca cambiará esa situación”, porque no tenemos el poder para hacerlo, porque no tenemos voz en un país que día con día se alimenta de esa corrupción que inunda todo y que normalizamos hasta en las aulas de clase de la carrera más humanista.
A decir verdad, no sé qué vaya a pasar mañana. Quién sabe, en realidad; tal vez sea un día “normal”, con ese acoso “normal” y ese proceder “normal”, en esta ciudad de Cantera y Plata que, lastimosamente, alberga a gente que se incomoda cuando pasa algo así.
Sólo sé que justo acabo de revisar Twitter y, bueno, ya sé que ahí anda @FuiTambien, y que tal vez, sólo tal vez, haya visto que vale la pena darle voz, apoyo y comprensión a aquellas personas a las que se les enseñó a callar hace tiempo.