Ilustración Ana María Landeros de la Isla
Nuestro amor es sucio e inmundo; estamos juntos por interés. Nuestra unión está manchada por una oculta y mutua manipulación. Estoy contigo porque soy una mujer ruin, estás conmigo porque eres un hombre venal; tú estás a la venta y yo soy avarienta. Tú te dejas sobornar por mis encantos esperando encontrar en mí el refugio, la paz que tanto añoras y yo no escatimo mis dádivas para que entres en mí esperando llenar mi vacío, cubrir la falta que me atormenta. Crees que entrando en mí, te sentirás nuevamente acogido, protegido, creo que estando tú dentro de mí, me sentiré llena, cogida en la plenitud. Nuestro amor es puerco por impuro.
Cree el soldado, el guerrero que penetrando esta carnosa, cálida y húmeda cavidad posee ya un lugar donde es invencible, donde nadie puede dañarlo porque de hecho sólo puede entrar él, y así le parece escuchar únicamente su armoniosa respiración, reflejo de la protección que ella le brinda en forma de lealtad y amor incondicionales. Cree la doncella, dama y princesa, la reina que abrigando a su soldado, a su guerrero, que recibiéndolo en las entrañas, abrazándolo con piernas y brazos en jadeos intermitentes a veces suaves y tenues, de pronto duros y estridentes, siempre deseantes, ha obtenido lo que no tenía y anhelaba, posee ya una hermosa arma, un armamento valioso lo mismo curvo que recto, rugoso o liso, lánguido o firme, seco o mojado, siempre deseado.
Ella busca llenar sus vacíos, colmar sus huecos que se llaman abandono y soledad; la intención es tierna por ingenua: quiero recibir cariño y amor que colmen cada rincón, cada resquicio en mi interior. Él busca refugio, resguardo, ansía mis entrañas porque ahí vivió sus primeros nueve meses, los más tranquilos, los más plenos, los más felices, igual desea intensamente mamar mis senos redondos para obtener el mejor alimento, el gozo que reside en el roce de la piel ajena. Ella nació carente, faltante; él fue arrojado, alejado y quiere regresar; ella nació con un vacío y él quiere colmarla.
De este modo en el arrebato de la exigencia y la demanda, cegados por la carencia y la necesidad, arrastrados por el impulso y el deseo, nos cogemos, tú me sometes, yo te acojo, simulamos entregarnos e intentamos penetrar el ser del otro, sin reconocer que sólo yo me puedo otorgar la fortaleza que habrá de vencer mi soledad, que sólo tú te puedes brindar el refugio que requieres frente al tumulto del mundo. Sólo hasta que ella se llene a sí misma, sólo hasta que él se resguarde a sí mismo, forjarán un intercambio libre de manipulación, su amor será impoluto cuando se coloquen el uno frente al otro verdaderamente desnudos, sin intención por resarcir “faltas” ni por recobrar “refugios”, compenetrados primero consigo y después con el otro. Sólo hasta entonces ese sometimiento y esa acogida serán auténticos.
Pero ése es un sueño, un dulce pensamiento, la vivencia es otra: la realidad es bélica y sucia, la vida es guerra sangrienta en que cada uno pelea por obtener e incluso robar lo que necesita y quiere: tú añoras resguardo, refugio, un lugar donde seas invencible, yo anhelo un armamento valioso para enfrentar mi soledad, crees que lo obtendrás de mí y yo de ti, nos paramos uno frente a otro nunca absolutamente desnudos, siempre con un objetivo secreto, por interés egoísta… Entre besos y mordidas, abrazos y zarpazos, entre miel y hiel intentamos arrancar del otro el botín que sacie nuestra respectiva hambre. Con tu añoranza y mi anhelo se teje y nos enreda la oculta y mutua manipulación que da vida y muerte a nuestro puerco amor.