¿Qué flojera no? Llegar muy temprano a clases mientras los ojos se te cierran de sueño, con hambre porque probablemente no alcanzaste a desayunar, tener que lidiar con compañeros que a veces no hacen más que fregar y ni hacen bien sus actividades, ni te dejan hacer las tuyas. Sumémosle tener que estar sentado por casi 8 horas seguidas, a veces sin receso porque tienes algo pendiente que hacer o algo ya se te salió de las manos; cumplir con actividades, ser organizado, reforzar valores, sentarte derecho, vestirte correctamente, evitar las malas palabras aún cuando tu paciencia ya no da para más e incontables situaciones más que sabemos que pasan en la escuela, independientemente del nivel académico que se trate. Que si estás enfermo y no puedes faltar, que si tienes problemas familiares o económicos, no dormir lo suficiente porque hay un puño de hojas que revisar, que el horario ya cambió o te dejó el autobús (porque no todos tienen carro o quién los lleve) porque salías de prisa y se te olvidó tu material didáctico, etcétera. Y en efecto, no hablo de los alumnos sino de esos “Pinches profes” que se desviven con todo lo anterior y mucho más, sólo para que los alumnos nos la pasemos viendo el celular y criticando al que está en frente ganándose el pan de cada día con una profesión que le llevó años estudiar y que a pesar de la experiencia, siempre pasa por retos con cada grupo que hay. Felicidades maestros, porque me acuerdo que de pequeños, la mayoría soñábamos con ser como ustedes y no tanto por la materia que impartían; sino por la pasión con la que se comprometían a enseñar y hacer que entendiéramos sin importar las veces que repetían la explicación. ¡Gracias! Pinches profes, chingones.
Pinches profes por Gabo Díaz
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