3: Esas mujeres con el Sol en el rostro, brillantes, incandescentes e inalcanzables. Mi voz nunca se ha presentado fuerte, ni mucho menos mi esencia se ha comportado atenta. Ojalá mis pómulos fueran tan lisos cómo sus cabellos rojos, obscuros o rubios. Hablan en un idioma que desconozco, incluso un saludo no lo respondo. Tan sólo me han permitido probarles el tobillo descubierto, o contemplar los grandes espejos color miel detrás de los anteojos. Mis fiestas no son concurridas, su calor no mendiga por mi permanencia, no me saben vivo y no se dan cuenta de cómo las miro. Las bellas mujeres con el sol siempre de emblema, no sufren el ser afligidas e ignoradas. Nunca ha habido, ni habrá noche o frío entre sus dientes y bajo su lengua. ¿Y es que acaso no se cansan de nosotros, la turba de pequeños monstruos nocturnos? Creadores de césped a partir de ásperas calles de acera, sosteniéndoles la larga cola del vestido, deseándoles a tientas. El muro es alto, y nuestros huesos siempre resultaron demasiado cortos. Nunca fuimos tan guapos o tan graciosos, siempre nos encandiló su brillo que se convirtió en lo único que vimos, que supimos de ellas. Nunca aprendimos a cortejar en segundos, mientras nuestro cerebro funcionaba muy rápido nuestra boca era lenta. Imposibles de alcanzar, ¿Cuándo el atardecer se te ha encimado y puesto el culo sobre las piernas? Nunca en ésta vida.
3 por Walter Montaz
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