¿Recuerdas ese frijolito que cuidaste con tus primeros años de vida?, desafortunadamente yo lo había olvidado hasta hace unos cuantos años. Pienso que el “mejor” pretexto que tenemos la mayoría de las personas es decirnos a nosotros mismos “no es lo mío, quizás nací para otra cosa” y encaminamos nuestra trayectoria profesional para alejarnos de aquello que no se nos dio, sin embargo, yo creo que todo vuelve y podremos trabajar en cosas muy diferentes las unas de las otras, unas requieren diferentes conocimientos y campos de interacción, pero al final del día hay algo de lo que no podemos escapar y es que todos poseemos el mismo legado humano.
La esencia del legado humano radica en la capacidad transformadora que afortunadamente poseemos en nuestra naturaleza o condición evolutiva, sin embargo, esta misma fortuna implica una responsabilidad y compromiso que trasciende los intereses de cada uno de nosotros y nos presenta una misión que involucra el bienestar de nuestro único hogar, el planeta Tierra.
Así mismo, una responsabilidad no satisfecha involucra consecuencias, aspectos que desde tiempos inmemorables no han podido ser resueltos y que heredamos generación tras generación por obviar los hechos amenazantes para nuestra propia existencia como el calentamiento global, la extinción de especies animales y vegetales, contaminación en masa, sobrepoblación, la erosión del suelo, escases de alimentos, entre otros. Es importante tener en cuenta que nosotros pertenecemos a la naturaleza y no viceversa, nosotros no podemos disponer del medio ambiente o el planeta Tierra, no funciona de esa manera.
También poseemos un patrimonio generacional, base para la construcción de las primeras ciudades y nuestro vinculo más importante con la naturaleza, la horticultura. La horticultura es una práctica milenaria que permitió la supervivencia de nuestra especie hasta el día de hoy, pero no sólo eso, forma parte de nuestra misma historia en cuanto las características que involucra este proceso como la domesticación de animales que llegan a convertirse en nuestros amigos, construcción de jardines y huertos que forman parte del legado artístico de la humanidad, diseño e innovación de medicamentos que permiten procurar la salud de nuestros seres queridos, entre muchas cosas más.
Hoy más que nunca es momento de abrazar, celebrar y practicar nuestras tradiciones milenarias e incluirlas en el desarrollo de la ciencia moderna de manera multidisciplinaria para que la emergencia ambiental no se transforme en el legado que seguiremos transmitiendo de generación en generación y todo comienza con las decisiones que vamos a tomar desde el día de hoy, decisiones que implican una responsabilidad y consecuencias.
Celebremos el día de hoy una nueva oportunidad para transformar semillas en vida, celebremos las diferencias como una posibilidad para aprender, celebremos con humildad el desconocimiento y la convicción para buscar ayuda, sólo así podremos compartir los unos con los otros para erradicar la idea de “quizás esto no es lo mío”, porque como las abejas polinizan, los microrganismos restauran la erosión, las plantas desintoxican el aire, nosotros tenemos la posibilidad de ayudar a crecer (y ojo, no crear, ayudar) los ciclos de la vida para el beneficio de nuestra especie y el resto del planeta.
Hace años me permití abrazar este legado y siendo un profesional de la salud mental con un total desconocimiento del área de la horticultura, me permití crecer a partir de mi desconocimiento, busque ayuda y a través de la constancia en el estudio y la paciencia para obtener resultados, el día de hoy puedo decir orgulloso que formo parte de este legado de nuestra cultura como especie con mis árboles para mis hijos y los tuyos. Es una sensación única y que yo deseo que aprendas.