Miradas que se cruzan
para no volver jamás.
Como gatos furtivos
en noche de libertad.
Benditas las miradas prohibidas.
Que se encuentran para no volver más,
que se deslizan por una pierna,
un escote. Se escurren como sus sudores,
se detienen en pies finos y diminutos.
Te miro, casi te toco por la espalda,
y volteas y mi mirada es como una caricia.
Luces verdes, rojas, traspasan
como nuestras miradas el espacio.
Y todo lo llenan…
¡Qué mirada! Me mata
el negro toril de los ojos que embisten.
Miradas que se cruzan un momento,
para no volver a encontrarse:
penetrantes como misiles negros, relumbrantes.
Miradas que vuelven
por entre la distancia, a través de las mesas,
ardiendo, incendiando a su paso.
Miradas repetidas, ya sabidas.
Miradas que vuelven incansablemente,
que se buscan y se encuentran.
Miradas que muerden,
con años de ganas acumuladas.