En la cocina huele a frijoles de la olla, huevo con jamón y pan recién traído del sanborns.
– Andrés despertó molesto
– ¿leyó ya los periódicos?
– No, es la cama de Juárez, nomás no se acomoda, ya mandamos traer las almohadas de la casa, pero no, da vueltas y vueltas, no se acomoda pues.
-No serán las sábanas Doña Bety.
-No creo.
-Ya ve que no las lavamos, para que olieran al prócer.
-No creo Toña, pero por si acaso le echas laisol al rato que la tiendas.
-A saber cuanto bicho no haya en esos hilos. Ojalá no tenga veintiunilla o algún resto de conservador.
-¡Qué cosas dices! apúrate con el desayuno, que ya ves que Andrés no es ser si no deja bien desayunado.
Toña prepara la charola y recorre el pasillo enorme que llega hasta la habitación.
Da unos toquiditos como queriendo pasar desapercibida. Entra.
Andrés pregunta,
-¿qué horas son Toña?
Hay una pausa.
-Las que usted me diga Señor Presidente.
La luces se apagan.