Pinche callejón Varela por Yair Hernández Cárdenas

“Esos güeyes se ven bien diablos, hay que estar al tiro”, me dijo Armando cuando entramos al callejón.  Desde que Mario nos invitó sabíamos que el ambiente iba a estar pesado, pero aun así aceptamos. Tras entrar, nos clavamos en un lugar visible: para vernos sin miedo, sonriendo pero con la quijada bien tensa.

Conocíamos el rumbo porque quedaba de paso para ir a las retas, pero nunca habíamos venido a pasar las cahuamas y los cigarros aquí, al callejón Varela.

Los vecinos contaban que los que vivían en esta calle eran culeros, fanáticos de lo ajeno. Yo había visto a varios ir y venir en sus motonetas, y suponía que iban o venían de un atraco. Además, cada tarde copaban la barra y no te podías poner al pedo porque siempre jalaban con sus perros… igual de vergueros.

“Órele, sírvanse algo”, nos dijo de pronto un tipo fornido, moreno, con gorra blanca y ojos rojos. Tenía una botella de Captain Morgan en la mano derecha. Mario agarró el pomo: “Cámara, pinche Tachi, te presento a mis brothers: el Armando y el Javi, pa´ que no me los vayas a terrorear”.

El Tachi nos dio la mano y nos dijo que podíamos agarrar de todo lo que había. Que si éramos amigos de Mario, también éramos sus compas. Qué el cristalito estaba escaso pero en un rato iban a sacar más. Que nomás era cuestión de pedirle si queríamos unas líneas. Y luego nos preguntó si topábamos unas morras que quisieran jalar al coto; que por la hora y la distancia no había pedo, íbamos en su nave a recogerlas.

  • Pues le voy a escribir a unas a ver si vienen, viven ahí por la Morelos – le dije para seguir la charla. Antes de llegar pensé en pasar por Marcela pero me dio culo la idea que alguno de estos vatos la iba a querer ñerear.
  • Va, va, carnalito, sería chido porque ve, hay pocos culos, ¿no? Ya los conozco a todos, tons algo fresquecito estaría suave. Ya sabes, la novedad, güey.
  • Sí, ahorita les tiro whats, a ver qué pedo – mentí.
  • – Va, carnalito, me avisas y procedemos. Ahorita me doy otro rol pero les dejo el pomín pa’ que se ambienten. Al fin hay un chingo. Chúpenle recio.

A Mario lo conocimos en las canchas. Siempre llegaba en bici acompañado de su carnal, Pablo. Mario era el menor pero también era el más broncudo; una vez casi entamban por madrearse a un güey del mercado, creo a un repartidor de carne.

Esa vez su jefe tuvo que soltar una buena feria para que la patrulla no procediera. Pero luego no lo castigó: solo le preguntó cómo había dejado al otro culero.

La relación con Mario se profundizó cuando tuvo el pedo del embarazo; la había cagado con su morra de ese entonces y querían abortar pero no tenían feria. Armando y yo los alivianamos con el varo. Por eso Mario se volvió nuestro mero carnal y sí nos pagó lo que le prestamos.

“Solo no digan que son compas del Salgado porque toda la banda de aquí tiene pedos con ese güey y su clica”, nos dijo Mario mientras servía las primeras cubas.

Cuando ya le habíamos bajado seis vasos más al Captain, Tachi volvió para rolarnos un porro. Le dije que no se había armado con las chicas y me contestó que no había pedo, que iban a llegar unas de San Pablito y que, si no andaba de puto, me conectaba alguna.

  • Tengo novia, valedor, pero chido, dale tú.
  • No seas erizo, ¿vino tu morra? Porque, a menos que sea el Mario o este otro carnal, no la veo. Entonces, sin rajar papi, ¿o qué? Mira, namas que lleguen y las jalo pa´ acá.

Me reí pero el güey iba en serio; si le decía que no de pendejo no me iba a bajar.

  • Pues va, pero que esté linda – le contesté. Si sí la traía, no pasaría de una charla relax.
  • Pos oye, papi, yo pura calidad. Ahorita que lleguen vas a ver qué pedo.

2 cubas y cuatro fumes después, llegó un Uber y bajaron 4 chicas. El Tachi las fue a saludar y, tras una breve charla, trajo dos a donde estábamos.

Nancy, la que me engatusó, llevaba un vestido pegadito que acentuaba una voluptuosidad exquisita. Además, tenía facciones lindas. Lo primero que me dijo es que quería ponerse hasta la madre para celebrar su reciente soltería y que accedió a toparme porque le gustó mi peinado. Media hora después me cantó lo de ir a un hotel.              

Pinche callejón Varela, vuelves culero a cualquiera.

 

 

Yair Hernández Cárdenas (Ciudad de México, 1994) es estudiante de la escuela de periodismo Carlos Septién García. Colabora en Nexos, Mexico.com y Yaconic. Fue gestor del colectivo musical Aquí No Hubo Escena.

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