Hay en ciertas cosas ancianas un rastro
de alguna oscura esencia; más que una configuración y un peso:
un tenue éter, indeterminado,
ya ligado con todas las leyes del tiempo y el espacio.
Una débil, velada señal de continuidades
que los ojos externos nunca pueden distinguir bien;
de dimensiones cerradas albergando años idos,
y fuera del alcance, excepto por llaves ocultas.
Me conmueve más cuando los oblicuos rayos del sol arden vivamente
sobre viejas construcciones de granjas contra una colina,
y pintan con vida las formas que aún persisten
de siglos que son un menos sueño que esto que conocemos.
En esa extraña luz siento no estar lejos
de la masa fija cuyos lados las edades son.