Jonathan Abel García Vázquez
No sé ustedes, pero yo nunca he visto a Dios a la cara, a veces se me presenta como un “buenos días” del vendedor ambulante de tFotógrafa:amalitos, a veces es un “buenas tardes” del conductor de autobús y muy frecuentemente un “buenas noches” del taquero de la esquina. Juro por Dios que nunca lo había visto antes… No hasta que un súbito día descubrí esta tierra intrincada como las hebras del quesillo que produce.
Aquí la vida se dispersa de lado a lado sin preocupaciones, pues personas tan diversas parecen difuminarse como sombras en la noche, todo al compás de un fenómeno extraño llamado Calenda que al son de las trompetas nos despierta a todos de la monotonía del vivir. Viendo estos pequeños monstruos de copal llamados alebrijes uno se siente inmerso en el país de las maravillas; en este mundo de los sueños donde se mezcla la realidad con la fantasía.
Tlayudas… ¡Oh, Dios mío! ¡Qué golpe!… Memelas, empanadas, garnachas… Dios tiene un sonido, un color y un sabor, nos acompaña en los “adioses” de los seres que amamos. Él es tan humilde que habita aquí para que recordemos que a pesar de las despedidas siempre habrá un lugar cálido que nos espera al final del camino.