El Ogro hace lo que los ogros pueden:
hazañas tan imposibles para el Hombre.
Pero una gratificación está más allá de su alcance.
El Ogro no puede dominar el Discurso.
Sobre una planicie subyugada,
entre sus desesperados y muertos,
el Ogro acecha con manos en la cintura,
mientras la estupidez chorrea de sus labios.