Los gruesos y austeros muros de la antigua Hacienda de San Gabriel de Barrera fueron el contrastante escenario para la presentación de Kenji Furutate y Keisho Ohno el pasado jueves 24 de octubre, espectáculo programado dentro del 47 Festival Internacional Cervantino.
Aunque la noche era fría y húmeda, los asistentes no cejaron en su empeño de disfrutar el evento, esfuerzo que fue recompensado con la energía de ambos músicos, quienes representan una de las perspectivas más interesantes de Japón a través de su espectáculo.
Kenji Furutate es percusionista, especialista en wadaiko, que son los tambores tradicionales de la música japonesa. Por otro lado, Keisho Ohno toca el shamizen desde los 12 años, un instrumento de cuerdas que es también parte de la tradición del país oriental. El sonido de éste último es muy particular y, con seguridad, será fácilmente reconocible después de haberlo escuchado algunas pocas veces.
La propuesta de Ohno y Furutate se basa precisamente en el contraste: tradición y modernidad; temas que son una constante en los productos culturales japoneses de nuestra época y que van dando forma a nuestra visión de dicho país. Basta recordar que en el país del sol naciente conviven sincréticamente los avances tecnológicos más emocionantes con las solemnes tradiciones contundentemente antiguas, como la ceremonia del té o el arte caligráfico.
El espectáculo de estos dos músicos continúa esta línea, en palabras de Ohno: “conservar la música tradicional al tiempo que destruirla”. Así, la sesión abriría con una combinación ligera de ritmos electrónicos mezclados con la interpretación en vivo de los instrumentos clásicos. De ahí, nos llevarían por un viaje, sin duda breve pero preciso, por la propuesta musical de ambos.
Continuaron, creando un elegante descanso, tocando un par de piezas de corte tradicional, caracterizadas por la energía y alegría de Kenji y Keisho, quienes hablaron brevemente en español para presentarse. Su chispa fue inmediata y evidente para todos. Contrario a la imagen solemne que a veces tenemos de los japoneses, desde el inicio dejaron en claro que su música es para divertirse.
Kenji, como percusionista, manifestó una gran energía, fuerza y precisión. Al estar a cargo del ritmo, él mismo fluía y se movía siguiendo el batir del wadaiko. Furutate tocó un solo en donde despejó toda duda sobre su velocidad, habilidad y coordinación. Para este momento, separó un tambor del conjunto y lo colgó en su cuello. Mientras tocaba, Kenji seguía el compás con su cuerpo, una demostración elocuente y vivaz de su capacidad de representación.
Cuando llegó el turno de Keisho para su pieza en solitario, escogió una orientada hacia la música clásica de su país. En breve español, el músico invitó a los escuchas a pensar en flores de cerezo que se deslizan por el aire. Aún si la imagen explícita no hubiese estado ahí, la interpretación de Ohno expresó todo lo necesario para entender la sutileza, elegancia, belleza y, en cierto punto melancolía, de las notas entonadas por el shamizen.
Después de ambas actuaciones los dos músicos volvieron al ataque en perfecta sincronía. Entre las piezas involucradas, mucho sorprendió al público cuando pudieron reconocer la secuencia de inicio de "Seinto Seiya" ("Saint Seiya" o "Los caballeros del zodiaco"), obra clave de la animación japonesa ampliamente difundida en México desde la década de los noventa. El ambiente continuó en el mismo tono cuando interpretaron "Zankoku na Tenshi no These" ("Tesis de un ángel cruel") perteneciente a la banda sonora de otra famosa obra animada: Shin Seiki Evangerion (conocida en occidente como Neon Genesis Evangelion). En un acto deferente hacia la cultura occidental que ha permeado en el país oriental, también adaptaron "James Bond Theme", musicalización de la serie de películas del Agente 007.
En este punto climático, los músicos continuaron con mezclas entre lo electrónico y los tonos concordantes pero tradicionales de sus instrumentos. Resaltaron los coros vocales que acompañaban las mezclas y que eran asociables a la cultura pop vigente entre los jóvenes de allá y de acá. Keisho y Kenji mantenían el ánimo vivo con su vibrante energía: bailaban, se movían e incluso gritaban en el escenario en sintonía con la música.
La actuación terminó justo en este punto culminante. Aunque pudiera parecer disruptivo, lograron que el público retuviera la energía y cerraron con una interpretación extra después de la despedida. Los asistentes aplaudieron de pie y así, con mucho ritmo, terminó la presentación de los músicos.
La muestra artística de Furutate y Ohno pone de relieve el vínculo cada vez más estrecho entre nuestros países. Más allá de las relaciones económicas o industriales, la verdadera cercanía viva se establece a partir de la fluencia e influencia de la cultura. Los movimientos en el arte, la sociedad y el folclore de las naciones permiten la creación de experiencias compartidas, símbolos conjuntos que, a largo plazo, crean un lenguaje común con la capacidad de representar y significar en ambos lados del océano.
Keisho Ohno y Kenji Furutate
Shamisen y wadaiko
24 de octubre de 2019
Ex Hacienda San Gabriel de Barrera
Fotografía: cortesía FIC