Historias de Familia. Día de reyes según mi abuela… por Angel González Cabrera

Durante mi infancia, cercano el día de reyes, recuerdo al menos en cuatro ocasiones esta anécdota contada por mi abuela, entre una pieza de pan de grasa y leche caliente en la merienda que se tomaba cuando nos dejaba quedar a dormir con la “abue” …
 
Nacida en un rancho familiar llamado Rancho Viejo, en Dolores Hidalgo Guanajuato, (lugar de origen de una rama de los Alamilla, otra historia será), en aquella hacienda pobre, tal como ahora, no existía contacto más que con la propia familia, la tierra, los animales y la sierra de Santa Rosa.
 
Su madre, la bisabuela Nicolasa, “la perla blanca,” al menos en dos ocasiones recuerda ella, les decía que rezaran con mucha fe para que los santos reyes se acordaran de ellos, ella recuerda que tendría como ocho o nueve años cuando esto pasó. Rezaban el santo rosario, le pedían al niño dios, mientras se consumían las velas de cera de abeja, por su mamá y su papá, los hermanos que sacaban las vacas y las chivas al cerro, sus hermanas, la troje, la leche, los quesos y conservas, por las monjitas que les dijeron que rezaran, por el agua de la presa, para que los cristeros no se las llevaran y… muchas cosas más.
 
En alguna, de ese par de ocasiones que rezaron a los santos reyes, dejaron el único par de zapatos que tenían ella (catilla), su hermana “mariquilla” y su hermana “lola”, no pudo dormir, recuerda, de la emoción por lo que le traerían los “santosreyes”. Al amanecer no encontraron regalos, zapatos, ni nada, no había nada, era el segundo año que pasaba y la desilusión no calo tanto, las “friegas” en el rancho eran duras y de sol a sol, por lo que hasta la hora de ordeñar, descubrieron en los corrales de las chivas dos cabezas de “monas desgreñadas”, – hasta con los pinches zapatos cargaron los perros del rancho -; duró como quince días descalza después de aquél día, nunca recibió de niña unos “reyes”. Cuando nos contaba esto, siempre decía que estuvo mejor que se las llevaran los perros, porque igual eran dos monas y alguna de ellas tres hubiera estado triste sin muñeca; fueron las únicas hermanas que ya mayores, después de muchos años, mantuvieron contacto.
 
Ahí se le acabo a mi abuela, creo, la fe en la oración sin sentido, pero cobró más fuerza en ella la fe y la oración con acción y coraje, a lo largo de su vida la necesitaría en muchas ocasiones.
 
Faltarían poco más de dos años para que viera por última vez a su mamá, papá y algunos de sus hermanos y hermanas. Cumplía más o menos doce años cuando las mismas monjas que subían al rancho, le pidieron a su mamá que se las “prestara” como criada, su mamá no le preguntó dos veces y ella decidió que se quería venir a conocer la ciudad, a Guanajuato, nunca más volvió a Rancho Viejo; escapó de las monjas al poco tiempo, comenzando a fraguar la propia historia de esta ala familiar, al margen de aquellas tierras serranas.
 
Esa primera decisión de vida; valor, en una niña analfabeta, que al poco tiempo sería mamá a sus quince años de edad, dio pauta para que el panorama fuese mejor en cada generación de nuevos hijos, hija, primas, primos, nietas, nietos y quienes siguen. El día de hoy, estoy seguro, la cuarta y quinta generación de esta familia, recibió con entusiasmo y abundancia sus lindos regalos de los “reyes magos” o “santos reyes” (según el entusiasmo religioso de cada núcleo). Quizá la gracia del regalo recibido por las nuevas generaciones este día, tiene algo que ver con esa primera decisión de una niña llamada “catita” que se decidió a dejar Rancho Viejo para no volver, quizás.  
 
Quizá el regalo, que con desilusión se engendró en aquella niña de ocho-nueve años, cuando no recibió un presente de los “santosreyes”, fue el coraje de salir hacia una ciudad que ella añoraba conocer, viajar por otras tantas del país, sacar adelante a su familia en diversas adversidades, a quienes, en sus diversos matices, engendró también esta semilla.
 
El carácter de la abuela Cata se refleja en su mensaje de año nuevo dirigido a quienes componemos esta familia, tomada en video, a sus casi ochenta y ocho años de edad con copa brindando en mano, dijo: – Les quiero y les amo mucho, los tengo a todos en mi corazón y a sus familias. Brindo por ustedes, pienso en ustedes y pido por ustedes… ya nos les digo más, porque si no los voy a ofender… pero les amo a todos, donde se encuentren sean felices…-. Así sea, sean felices, ¡feliz día de reyes a tod@s!
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