A Tania G.
Un día sin memoria
vine a tu encuentro
con mi alma desnuda
buscando tus ojos.
Percibí la mezcla
de tus labios sabor tizana
quejándome
de mis dolores entrañables
y depositando muestras de cariño
en tu tez clara.
Acaso ese mismo día
fue un invierno
donde, clavados en mi cama
que conoce tu figura,
te susurré al oído
con voz tenue y quebrada
algún síntoma de mi amor;
y sentimos la necesidad
de apaciguar las luces
bajo el umbral eterno de mis brazos.
Vendrán más días así
donde no me vea traicionado
por no conocer tus dolencias
y tus sueños que tejen
y destejen la vida misma.
Entonces, esos días de tregua,
estas manos tercas
te volverán a reconocer
y podremos decir
a voz media:
“vamos al Centro
por un café y un bizcocho”.