PASTEL
El fondo del otoño
resuena agonizantemente.
Los pájaros revolotean
y se esconden secretamente.
Una ligera llovizna gotea…
No hay nadie en el camino;
el humo te sofocaría
si permaneces afuera.
Lejos, sobre el llano
los cuervos llueven gentilmente;
y largos mugidos vienen
del fondo del establo.
Quejumbrosamente los cencerros
siguen disonando, locos.
Es muy tarde…
¡Y aún no he muerto!
EN EL JARDÍN
De exhaustas ramas, el otoño cruje;
y en viejos cercados y en aleros de madera.
Como un signo siniestro caen las hojas
sobre la indiferencia del jardín dormido.
Una adolescente pálida espera
haciendo apresurados gestos a su amado.
Mientras tanto… en horrorosa discordia,
de exhaustas ramas, el otoño vuelve a crujir…
HACIA EL OTOÑO
Febril en las carreteras,
cuando el otoño ha llegado,
un pensamiento me domina:
—¡Desaparece más rápido!
Cuando arribo a la casa de mi amada,
golpeo nerviosamente la ventana
y la llamo para ver la lluvia caer,
en el pueblo mojado, reverdecido.
Pero mira, ese es el cadáver de un judío…
El ambiente empapado… Barro y lluvia.
Al extraño murmullo semítico
yo me uno, sereno.
Y nadie sabe lo que está pasando…
Me sumerjo en una taberna a escribir
o reír; y me dirijo a casa,
y me encierro como en una tumba.
Y febril como siempre,
cuando el otro ha llegado,
un pensamiento me domina
y me manda a dormir:
—¡Desaparece más rápido!