FOTOGRAFÍAS DE KARLA AGUILERA
Para nadie es un secreto que Irapuato es una de las ciudades más violentas del estado de Guanajuato. Ha habido desapariciones, coches bomba y al dormir o a plena tarde hay un movimiento constante que nos hacen saber cuando hay cohetes y cuando se trata de balas. Las distinguimos y sabemos cuando se son casos aislados o de armas de alto calibre. Vivimos entre los sonidos de ambulancias y las patrullas.
El domingo 8 de marzo a pesar de tales circunstancias, quizá por ellas, un gran número de personas se unió a la convocatoria realizada por Irapuato feminista en un evento que si es histórico: la primera marcha del 8M en la ciudad. Este colectivo que tiene más de un año de existencia logro paralizar las calles y fijar atención en la violencia, el feminicidio y la desaparición de mujeres que se ejerce en nuestro país y estado. Es un movimiento horizontal, sin representantes públicos, que desde hace más de un año muestra y lidera distintas acciones: marchas, divulgación y ayer un paro activo que incluyo actividades de defensa personal, poesía, salud reproductiva, atención en casos de violencia doméstica y cortes de cabello, además de actividades, como matrimonio conmigo misma, porque sí la celebración también es una forma de involucrarnos con lo que ocurre a nuestro alrededor.
¿Por qué es una conmoción? Porque se trata de un ejercicio de descentralización de los movimientos feministas. Es decir: fuera de las grandes ciudades se resiste. Porque es necesario y porque nos enseña formas y cuidado que no sólo ya existían, sino que se vuelven visibles. Nos enseña a buscarnos entre nosotras y nosotros y saber en que consiste ayudarnos y procurarnos. Me gustó mucho que gran parte de la marcha incluía madres de familia, servidoras públicas, trabajadoras de todo tipo porque no es una novedad que todas ellas se apoyen: lo han hecho durante años y aún si llamarse a sí mismas feministas.
Sin embargo, están ahí, acuerpando, haciendo pañuelos y llevándolos para las que no tienen. Trayendo agua, fruta, escuchando, atendiendo, saliendo a sus ventanas o de sus trabajos para aplaudir a las que están afuera ejerciendo su derecho a la protesta. Lo más interesante es ese cambio: el mismo grupo, todas y todos los presentes, fue dictando el tono de la marcha, apoyo la manifestación y la intervención pública de las letras con el nombre del pueblo que se cubrieron con los carteles y los nombres de las que ya no están y de las que estamos buscando. Todo esto mostrando que en grupo si hay orden: uno propio y armónico.
Y señalando algo que parece obvio pero que no lo es y que señalaron las zapatistas en su comunicado por el 9M: “a veces a la desesperación y la rabia no sigue la desesperación o la resignación. Puede que siga la organización”[1].
[1] No necesitamos permiso para luchar por la vida. El enlace completo: https://enlacezapatista.ezln.org.mx/